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DE TERCIARIOS FRANCISCANOS 7 después del Evangelio, que sin duda alguna, pertenece a la Escuela francisca- na, y el Gnico Santo citado en él es San Francisco de Asis. De todo lo dicho aparece, que, per Franciscum ad Jesum, por medio de. San Francisco vamos directamente a la imitacién de Jestis, ala gran fraterni- dad y unién con Cristo. Y por esto os diré, frafernitatem diligite; Deum time- fe, buscad, amad esta uni6n y fraternidad con Dios, imitando en todo y por to- do como San Francisco a Cristo Redentor, porque mientras el hombre no se haga a/ter Christus por imitacién, mientras el hombre no siga al Evangelio en toda la plenitud como el Serafin llagado de Asis, no habra paz en su alma, en sus obras, en su familia, y no se podra regenerar la sociedad. Por consiguien- te, rogamos con San Francisco a Jestis y nunca nos apartemos de su bandera, de su ejército, siendo nuestro santo y sefia: O Crisfo o Ja muerte. Fraternidad entre Dios y la Naturaleza Es proverbial el simpdtico amor de San Francisco a la naturaleza. Por es- to, desrués de establecer la gran fraternidad entre Dios y los hombres, quiere poner en fntima relacién con el Criador todo el orden natural. En verdad; en la Edad Media hasta la naturaleza se habia rebelado contra Dios. La creacién en- tera queria apartarse, apostatar de Dios, por medio del principio dualista albi- gense del bien y del mal. Habia, pues, que poner en paz todos los seres de la creaci6n y establecer también entre ellos la gran fraternidad. En efecto; San Francisco de Asfs, el gran filésofo y poeta de la naturaleza, destruye esta discordia dualista, divinizando la materia y poniendo todos los seres del universo, desde el leén, rey de los animales, hasta el md4s impercep- tible microbio, y desde el mas frondoso 4rbol hasta el més microscépico 4éto- mo, cantando, en unfsono coro y armonia, las alabanzas al tinico Criador de los cielos y de la tierra. De este modo desapareci6 el principio del mal, y cada ser era un pedernal de donde saltaban chispas de amor y cénticos a Dios. Por esto llamaba hermano al sol, hermana 4 la luna, hermana a la tierra, herma- no al fuego, hermanas a las avecillas, hermano al lobo, hermana a la enferme- dad, hermana a la muerte y hermanos a todos los elementos y a todos los se- res, formando una fraternidad que ni Orfeo, ni Moimodes ni la mitologfa pudo amas excogifar. Con esta divinizacién de todo lo existente, form6 Francisco aquella profun- da jaculatoria Deus meus, ef omnia! {Dios mio y todas las cosas! en la que se encierra la suma filosdéfica y teol6gica més sublime que pudieron inventar los tedlogos y los sabios del mundo, y un panteismo ortodoxo tan admirable que une, sin confusién de substancias, todas las cosas en la mayor intimidad po- sible con el supremo tutor de los cielos y de la tierra. Y con esta demostraciéa practica de la unidad del principio de todo lo criado y bondad de todos los se- res, desaparecié el dualismo albigense y se alegr6é la creacién entera, que, al ver la concordia y la fraternidad de todos los seres, entoné con admirable armo- nfa el Cantico del Sol del Serafin de Asis, que es el himno mas sublime y me- lodioso que ha podido salir del coraz6n humano; y embelesado Dios de tan maravillosas y encantadoras armonias de la creacién, se detuvo con fruicién a contemplarlas; y entusiasmado por su belleza, bendijo de nuevo todos los se- res que habia formado, y que por medio de S. Francisco habfan recobrado los encantos de la inocencia primitiva.
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