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DE TERCIARIOS FRANCISCANOS 9 templando en este siglo XX un antagonismo més horripilante que nunca entre los ricos y los pobres, entre los capitalistas y los obreros y entre todas las cla- ses del mundo. En la Edad Media temian los feudales, los vasallos y los opre- sores de los pueblos a la excomuni6n y a las penas de la Iglesia; pero en el si- glo XX no se atiende al Papa, a los Obispos y a los saludables avisos del Ca- tolicismo. Atin mas; en estos tiempos de laicismo y de corrientes naturalistas, de placeres y de refinado lujo, de odios, rencores y luchas sin entrafias entre los patronos y proletarios, se puede tener miedo de practicar en toda la pleni- tud evangélica la pobreza, la humildad, la moriificacién y las virtudes que nos enseiié el divino Redentor. jAy de los pobres en estos funestos dias, porque se- ran despreciados y anatematizados por un mundo que no aspira mds que a los intereses y placeres! Si; hay del espiritu pobre y penitente ae Jesucristo y de San Francisco en nuestros dias! jAy del franciscanismo verdadero! No tendré mas que contfados secuaces, y secuaces muy imperfectos, porque las corrientes mundanas los arrastraraén hasta sumergirlos en el fango de comodidades y de un ambiente laico. Pero jay también de los ricos sin Dios y_ sin entrafias! por- que seran victimas de un pueblo insaciable y formado por ellos, de un pueblo rebelde y fiero, si antes no son victimas de los vicios y de las pasiones més de- senfrenadas. Horripilante es la marcha que llevam en nuestros dfas las clases sociales, pues escrito esta, gui elongant se a Te, peribunt, que los que se ale- jan, los que apostatan de Dios, pereceran. Sin embargo, no hay que acobardarse ante un desquiciamiento tan alarman- fe, porque ante este ambiente laico y naturalista, ante este dualismo radical y artero, que después se divide y subdivide en mil y mil sectas, porque el vicio y el error no pueden tener base ni estabilidad, se levanta en nombre de Jesucristo San Francisco de Asis, y les dice: Non erubesco Evangelium, vengo con el re- medio, con el Evangelio en la mano; con la Regla de la Orden Tercera, que es el compendio, o mejor, el mismo Evangelio metodizado y puesto al alcance de todos los pueblos, aprobada y recomendada por el Vicario de Jesucristo e ins- pirada por el mismo Dios para reformar los pueblos y salvarlos. Y como el Evangelio siempre es el mismo y tiene remedio y medicina para todos los ma- les de todos los tiempos, mas de cuarenta Sumos Pontffices han recomenda- do esta misma Regla; y el actual Sumo Pontifice Benedicto XV ha expedido na- da menos la Enciclica Sacra Propediem, para que no haya pueblo, villa, ciu- dad, ni aldea sin un gran nimero de Terciarios, porque en ellos conffa la refor- ma actual de las costumbres, a fin de que el mundo vaya per Franciscum ad Je- sum, por medio de San Francisco, por medio de su imagen, a Jesucristo, que es la piedra angular de todo el edificio social y doméstico. De este modo, con la Regla de la Orden Tercera, con este libro pequefio, pero que vale mas que todas‘las Summas y libros que han escrito los sabios, y que ha moralizado y convertido més almas que letras contiene, pulveriza siempre las luchas domésticas, civiles, industriales, econémicas y el funesto dua- lismo religioso, politico y mercantil; reconoce en su justo valor el principio de autoridad, el derecho de propiedad y los relativos grados que necesariamente tienen que existir en la jerarqufa social; pacifica los pueblos y las naciones di- ciéndoles, frafernitatem diligite; Deum timete, amaos los unos a los otros y temed a Dios; y establece la gran fraternidad con todos los individuos, uniendo en una misma fe y caridad los ricos y los pobres, los capitalistas y los menes- terosos, los patronos y los obreros simu/ in unum dives ef pauper. Y a fin de que esta paz y concordia sea permanente y estable en todas las clases sociales, dice a todos con afecto y carifio de hermano: «Vivid en paz, ar-

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