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El demonio mudo, El demonio tenaz. 54 artes y mafias que es producir la mudez y ceguera en los hombres. El alma, por su naturaleza misma pero sobre todo por el bautis- mo y educacion cristiana, siente carifio hacia Dios, horror grande al pecado, vive todavia en una santa inocencia; sus ojos, sus pala- bras, sus ademanes, su rostro la reflejan de continuo, es todavia un nifio... y el infierno prepara para él un demonio ciego. Crece ese nifio, comienza el desarrollo de Jas pasiones y apro- vechandose de ellas el demonio y poniéndole una venda en los ojos, sirviéndose de la misma candidez e ignorancia del nifio, le lieva de la simple inclinacién a la simpatia, de la simpatia a la amistad, de la amistad a las diversiones, de las diversiones a las familiaridades, a la libertad excesiva y excitada la pasi6n sucumbe en e! pecado... gNo es esto lo que sucedi6 a David? 4Lo que él crey6 en un principio pla- cer inocente, no terminé en adulterio y homicidio? No termina aquf el oficio del demonio ciego; penetra en el alma con el pecado para continuar su obra destructora y persuadir al alma que ha comenzado a rodar hacia el abismo que podré detenerse en la pendiente cuando le agrade; que se detendra ciertamente, cuando se confiese o por lo menos antes de la muerte. 4Pero quién es capaz de detener un animal desbocado? No, mis amados hermanos, no os de- tendreis en la pendiente del pecado antes de Ja muerte: el demonio ciego Os engafia. jCudntas veces, al cometer el primer pecado, seha despertado nuestra conciencia y una voz le ha adormecido de nuevo, le ha cerra- do los ojos diciendo: ya te confesarés y: entonces!... 4De quién es esa voz sino del demonio ciego que nos ciega y engafia? El demonio mudo. El demonio es un dngel astuto que conoce al alma sus inclina- ciones, sus sentimientos, que sabe que ha de llegar un dfa, unos mo- mentos en que aquella reflexione, sienta cernerse el arrepentimiento, la pasidn le cause fastidio y se asome casi a |os labios aquel surgam et ibo ad Patrem meum del hijo prédigo; y el demonio tiene reserva- da para entonces la vergiienza, una vergiienza casi invencible, que produce una mudez absoluta en aquel joven que no siente vergiienza para descubrir su pasién al cémplice de su pecado, que se gloria de cometerlos ante j6venes pervertidos como él, y que no se atreve a manifestarlos en el secreto del confesionario a un confesor prudente y 0 huye de la confesi6n o se confiesa sacrilegamente. Cuando las cosas llegan a ese estado, es seguro el triunfo dia- bélico humanamente hablando y sin embargo no pocas veces este triunfo del demonio se convierte en derrota: ef erat Jesus ejiciens daemonium, es cuando interviene Jestis con su gracia. El demonio terco. El] demonio, sin embargo, no ha perdido su ultima carta ni se da
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