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41 tal es la ley imperiosa del amor juntar a los que se aman; aun Dios hecho hombre como nosotros, como nosotros pobre, como nosotros hambriento, como nosotros sediento, como nosotros vestiao; dur- miendo, como nosotros dormimos; comiendo, como nosotros come- mos, trabajando, como nosotros trabajamos, sudando, como noso- tros sudamos, pensando, como nosotros pen amos, porque esta es otra ley del amor no menos imperiosa, igualar a los que se aman; a un Dios déndonos cuanio tiene, sin reservarse nada, sus oraciones, sus trabajos, sus sudores, sus buenas obras, sus mérifos, su sabi- duria, su amor, su cuerpo, su sangre, su vida, sin reservarse nada que alld en la cruz un soldado rompi6 con una lanza el divino joyero y ya no habia joya alguna; que esta en la tercera ley del amor tan im- periosa como las dos primeras, dar todo cuanto se tiene a quien bien se ama. Aun Dios derramando su sangre entre indecibles tormentos, apresado como malhechor, llevado de tribunal en tribunal, acusado, calumniado, abofeteado, escupido, azotadv, coronado de espinas, cargado con pesadisimo madero, clavado, cosido en él con cuatro clavos, abandonado de todos, blasfemado, escarnecido, hecho ludi- brio de las genies, muerio después de agotados todos los tormentos, porque esta es la Ultima, la mas imperiosa ley del amor, morir y mo- rir por el amado agotando antes todos los tormentos. Y todo esto, para pagar la deuda enorme, infinita, que pecando habfamos nosotros contrafdo y que no podiamos pagar. Todo esto, para abrirnos las puertas del cielo, que estaban cerradas, y cerrar las del infierno, que estaban abiertas; todo esto, por borrar el estigma, la sentencia de condenacién eterna, que estaba grabada en nuestra frente, y grabar el titulo de hijos de Dios y herederos del cielo. Todo esto, para romper la horrible esclavitud en la que gemiamos y darnos la libertad de los hijos de Dios. Todo esto, para purificar nuestros ojos, manchados con miradas obscenas; purificar nuestros labios, manchados por conversaciones deshonestas. por palabras escanda- losas; purificar nuestros ofdos, manchados por conversaciones des- honestas; purificar nuestros corazones. convertidos en cenagal de deseos malos; purificar nuestra inteligencia, guarida de pensamientos ilicitos. Todo eso ha hecho Jestis por vosotros y la Iglesia santa en estos dias que comenzamos, nos lo recuerda, y yo os exhorto a fi- jar vuestras miradas en Jestis, elevar vuestras inteligencias hacia El, elevar vuestros corazones, de suerte que en este tiempo santo que se avecina, no tengais ojos sino para ver a Jestis; no tengais ofdos si- no para oir sus palabras; no tengais manos sino para levantarlas hasta El, no tengais vies sino para acudir ala Iglesia, no tengais memoria sino para acordaros de El, no tengais fantasfa sino para imagindroslo, ni tengais inteligencia sino para pensar en El, ni ten- gais corazon, alma, vida, fuerza, sino para amarle. Igual al hom- bre: segunda ley del amor. A un Dios que nos da cuanto tiene: tercera ley del amor. A un Dios muerto por el hombre: cuarta ley del amor, morir por el amado agotan- do antes todos los tormentos. Fin por que pa- doce Diss. Exhortacién.

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