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ae Causas de la murmuracion: el orgullo y la savidia. Remedios: la humildad. La_confianza en Dios. El temor a los juicios divinos. Conclusién, 34 digais que no ha arraigado en vosotros tal vicio, que todos nos sen- timos grandemente inclinados a él, que por algo se ha dicho que la murmuracion es el defecto de los buenos; fijémonos en su origen; en la fuente viciada de donde procede; es e/ orgui//o, orgullo oculto que nos hace creer mejores que los demas, que nos lleva a pensar que Dios debe estar agradecido a nuestros servicios; es /a envidia, la envidia que se despierta entre nosotros al vernos postergados a hombres a quien tenemos por menos sabios, menos santos, menos prudentes, menos antiguos en el servicio divino. Cual sera el remedio, el mismo Evangelio nos lo dice; la humil- dad, el considerar todos nuestros dones como dones de Dios, todas nuestras prendas como regalos de Dios, por eso que _debemos estar eternamente agradecidos en lugar de creer que Dios nos esta obligado. La confianza en Dios, esa confianza que nos asegura que Dios nos dara a nosotros la corona ganada, el salario estipulado; y que esa corona, ese salario no ha de ser corto, tacafio, miserable, sino inmenso, sobreabundante, riquisimo, eterno, que ni ojo vid, ni oido oy6, ni coraz6n de hombre acert6 a sospechar, es confianza que nos cerciora de que el ser generosos con los demas, no ha de hacerle ta- cafio con nosotros. El temor a los juicios divinos que nos ha de _ hacer vivir con su- ma humildad y desconfianza grande en nuestras propias obras, que con frecuencia se ha observado que hombres que parecfan tocar las estrellas, tan altos se hallaban en la santidad, han dado espantosas caidas, que de angel del Sefior se convirti6 Lucifer en tiz6n del in- fierno. Sirvamos a Dios con amor y temor adorando en silencio sus juicios altfsimos y preocupados tan solo de nuestra propia santifica- cién y salvacién.
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