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i 1 . AAO A NTIS ET 26 tentes para volver a Dios, para ganar el cielo, para tener un pensa- miento meritorio de vida eterna. Quedasteis convertidos: en una palabra en el leproso, en el para- litico del Evangelio. Pero considerad y admirad el amor, la compa- sion las finezas del coraz6n de Jesus; del monte, es decir, del cielo baja a la tierra, y se reviste de las apariencias de pan y de vino, y se oculta en el sagrario, y se reviste de sacerdote, y se sienta en el Jeenctisto me confesonario; y desde el altar y desde el confesonario os solicita, diante los Sa- os lama, y cuando, accediendo a sus instancias, a sus gracias, os <n NOS acercais a El, os acoge con carifio, toca vuestra lepra y os limpia_ y adorna de nuevo vuesira alma con la gracia santificante y rompe las cadenas de vuestra esclavitud y os lleva a los brazos del Padre y os da derecho al cielo. Si el. agradect- Amados oyentes. Si el agradecimiento del leproso curado fué tan aoe or - grande que no pudo contenerse a pesar de la prohibicién de Jesu- grande cual cristo y comenz6 a pregonar por todas partes y a todas las genies a el prodigio que el Salvador habia obrado, el beneficio recibido de El écual debe ser nuestro agradecimiento a nuestro dulce y compasivo Jesds, por ese cimulo inmenso de beneficios que de El hemos reci- bido? gcual serfa el agradecimiento del condenado a muerte a la per- . sona que le obtiene el indulto, del esclavo a su libertador, del enfer- ai eere ~ bh mo desahuciado al médico sobre todo, si este muere por darle la vi- decimiento de da? pues ese debe ser ,uestro agradecimiento, nuestro amor hacia un Condenade Jestis. Si ahora, en estos instantes, nuestro Sefior bajara al infierno a Ag y arrancara de aquellas penas eternas un desventurado y lo llevara éporqué el al cielo a gozar eternamente comprometiéndose a pagar con su cuer- nuestro ha de bo santisimo, cuanto debfa pagar aquel condenado a la divina Justi- cia 4qué harfa decidme aquel un dfa condenado y hoy gozando de Dios? Amarle, me direis, agradecerle con todas sus fuerzas y con toda su alma y sus potencias y sus sentidos y amarie siempre sin cesar un instante, sin tener otro pensamiento y procurar que todos los hombres y todos los angeles y todas las criaturas le amen y le obedezcan y le sirvan. Pues eso hizo con nosotros Jesucristo: id y haced vosotros lo mismo. Conlusién. ini Ms ti Aa a ca ais cl sea i i ee ts
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