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i { RIS scene Caeee lidad de la au- toridad. Tercero: El mal ejemplo. Conclusion. 18 Padres y madres: Dicese que un gran rey sabio y prudente quiso hacer de su hijo, heredero futuro de su reino, un modelo de reyes, y a ese fin busc6é un preceptor entre los sabios de su pueblo. El princi- pe era de caracter avieso, amigo de travesuras, pendenciero, y de corazon duro y cruel que hallaba sus delicias en hacer sufrira sus semejantes. Su preceptor lejos de corregir aquel caracter y de ende- rezarlo hacia el bien aplaudia y refa sus travesuras; y cuando el rey sabedor de ellas queria corregir y castigar a su hijo, era él, el prime- ro en defenderle. Otras veces cuando llegaban al colmo las felonias de su discfpulo, sentia impetus de castigarle e imponer su autoridad, pero tenia miedo al discifpulo de hoy del rey de mafiana, hasta que al fin opt6 por dejarle todo, no corregirle nada, no cuidarse de él para nada. Y el padre bueno, sabio y prudente, cuando crey6 tener un rey el mejor de los reyes, se encontré con el mas cruel de los tiranos. Decidme: gZese preceptor fué un angel o un demonio para el principe? Pues escuchad: el rey bueno, sabio y prudente es Dios, el principe de caracter pendenciero vuestro hijo que es hijo vuesiro y es hijo de Dios que esta llamado a reinar en e! cielo; el preceptor sois vosotros. Mirad qué papel componeis. El mal ejemplo: Asi como el cuerpo de vuestro hijo va desarro- llandose y creciendo poco a poco con el alimento que le dais y que él come, asi se va también desarrollando su alma, gy sabeis cual es el alimento de esa alma? es lo que ve, lo que oye, lo que toca. Si en vuestra casa ve costumbre de Angeles, ser4 un angel; si oye conver- saciones de cielo, si toca cosas santas, ser4 un santo; pero si oye conversaciones, ve acciones, observa costumbres de demonio, ha- blaré como vosotros hablais, pensard como vosotros pensais, obra- ra como vosotros obrais. Cuéntase que un nifio de siete afios presentése en el confesona- rio y se acus6 de haber blasfemado; no pudiendo creer el confesor que un nifio tan candoroso, pudiera blasfemar preguntéle qué pala- bra habia dicho, y efectivamente habia blasfemado, la palabra era horrible, espantosa; pregunt6le de nuevo cémo habia aprendido a decir aquella palabra, y el nifio contest6 ingénuamente «Mi padre la dice todos los dias. 4Qué responderaé ese padre insensato al Juez Sy- premo cuando presentada a su tribunal el alma de ese hijo condena- do para siempre, se levante pidiendo venganza de aquel padre que con su mal ejemplo lo arrastr6 al infierno? Padres meditadio seria- mente. Magnum habetis, os repetiré otra vez, pretiosumgue deposi- tum, filios, ingenti illos cura servate. BRS ili at tcl

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