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203 se inclina con respeto! jPresente en la Eucaristia! j|Ah! Preguntdédselo a las almas fervorosas qué im4n existe en ese altar que asf les arras- tra y les hace pasar horas y dias en dulces deliquios de amor. Os resp vnderan que alli esté J. C. «Medius vestrum stetif». Y siempre desconocido. Todas las cosas de este mundo ya fisi- ca ya moralmente considerado pregonan la presencia de Dios, la pre- sencia de J. C. y a pesar de todo J.C. es un desconocido. Cuando S. Pablo entré en Atenas reparé en una letra que decfa: A/ Dios des- conocido. De igual suerte pudiéramos grabar en el umbral de este mundo: Agu/ se adora a un dios desconocido», Y si dejamos a un de los infieles, lado a los infieles para quienes el nombre deJ. C. es nombre vacfo de sentido que no ha llegado atin a sus ofdos, jcudntos cristianos ha- llaremos todavia que desprecian a J. C. y reniegan de El, prdactica- mente al menos, pisoteando su ley, pasando por encima de sus pre- ceptos mas sagrados y volviéndole las espaldas! Pero si al menos no es esta la conducta general gcudntos son los cristianos que se acuer- dan de El? Cudntos los que estudian la doctrina de la Iglesia para co- nocerla y defenderla? 4Cudntos los que estudian la personalidad de J. C., su vida, sus mendamientos? Y aun los que trabajan y estudian por conocer a J. C. gllegan a comprenderle? Triste es decirlo, mas es lo cierto: en més 0 menos grado, J.C. es un desconocido: Medius vestrum stetit quem vos nescitis>. Desconocido igualmente de la turba irreflexiva. J. C.,. andaba en medio de los judfos y estos no le conocfan. jFunesta ceguedad! Ha- bfan estado esperando por espacio de tantos afios al Mesfas. Los Patriarcas habfan cerrado sus ojos pensando en el Salvador de Is- rael, los Profetas le habian anunciado repetidas veces, los ancianos descubrian su cabeza encanecida al traer a las mientes los tiempos en que habfa de aparecer el Prometido de las naciones, los nifios se dormian en el regazo de sus madres y sofiaban en Aquel de quien tantas cosas les hablaban aquellas. El Mesfas era la obsesién de Is- rael y el Mesias lleg6 y los israelifas no le reconocieron. «/n propria venit ef sui eum non cognoverunt>. Pas6 por sus ciudades,. visité sus Casas, recorrié sus montafias: san6é enfermos, resucii6 muertos: hizo bien a los que le odiaban y perdon6 a los pecadores y en recom- pensa los judfos, los suyos le prendieron y dieron muerte ignominio- samente. «Medius vestrum stetit quem vos nescitis>. Reconozcamos, amados oyentes, a J. C., reconozcamos a4 esl€ Reconozcamos Dios enamorado de los hombres que encuentra sus delicias en estar necesario! Los judfos no le reconocieron o le miraron con afectada indiferencia. No les imitemos, antes acojamosle con presurosa dili- gencia: su presencia es fuente de dicha y felicidad. Siempre des- conocido. Desconocido e los malos cristianos. Desconocido de la masa general irre flexiva. pues a Jests : y acojamosle con ellos. jEs tan dulce conocer a Jestisj jNos es adem4s tan {Gtil y con premura y amor. aN a re nn gon rte ee AAAS Ona ae nae

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