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202 te de J. C. «Medius autem vestrum sfetit, quem vos nescitis>. {Triste verdad y desconsoladora realidad que se va repitiendo desde los tiem- pos del Bautista hasta nuestros dias! J. C. de continuo presente entre nosotros y siempre no obstante desconocido. Siempre presente. Paseemos por un momento nuestra mirada por toda la haz de la tierra, ZQuién ha creado este mundo donde nos Presente en el movemos, quién este aire que respiramos, quién esta tierra que nos mundo por la otrece sus frutos, quién esos mundos inmensos que ruedan en esa béveda azul? Y sobre todo gquién, decidme, quién conserva todo eso? jAh! Ahf le teneis presente: 4Dénde, Sefior, me esconderé a vuestras- miradas? Si subo al cielo alli estas, si bajare al infierno allf te en- cuentro, si volare en alas de Ja aurora a los Ultimos confines del mar, vuestra diestra seraé la que me conduzca. Medius vestrum sfetit. Si presente esta J. C. en la creaci6n, no lo est4 menos en la lgle- sia. Y 4c6mo habfa de abandonarla siendo instituci6n suya? No: <Yo Tea !@ estaré con vosotros hasta la consumaci6én de los siglos> dfjoles a sus apostoles y desde el momento en que dejé este valle de lagrimas por aquella regién de luz y de bienandanza, ni un solo instante ha ce- sado de dirigirla desde allf. 4Cémo de no ser asf, el solio de Pedro hubiera podido convertirse en cétedra de la verdad, roca inconmovi- ble donde se han estrellado las olas embravecidas del error? 4Cémo de lo contrario la navecilla de S. Pedro pudiera bogar tranquilamen- te por el mar de los tiempos entre el silbar de los vientos y el rugir de las tempestades que levantan los enemigos de nuestra sacrosanta fe? Han pasado los imperios, se han derrumbado los tronos, han cafdo de las manos de los reyes los cetros convertidos en polvo me- nudo, tragéndose la vorégine de los siglos las mil y una cosas con que se ha alzado la vanidad de los hombres, y en medio de este caos, domindéndolo todo como palma real qua se agiganta con los embates del vendaval, la Iglesia ha mostrado a las. generaciones que le han escucnado los caminos que conducen al verdadero progreso y las sendas de la historia por donde se sube a la cumbre de la gloria, Con- fesémoslo: «Digitus Dei est hic» El dedo de Dios esta dirigiendo a la Iglesia, J. C. es quien hace sentir su presencia en ella: «medius ves- trum Stetit». Presente finalmente en el Sacramento del Amor, recibiendo las resente por adoraciones de las fieles y las burlas de las impfos, presente como Hii a Eucaristia. 14 est4 en el cielo, no ciertamente rodeado de aquella gloria y majes- ni tad con que aparece a los ojos de los bienaventurados pero si con la Hi) misma humanidad y divinidad. ;Presente! jAh! y jcé6mo los ojos dela fe lo descubren entre aquellos accidentes de pan y vino y céOmo nos grifa el coraz6n que allf se esconde Dios y cémo nuestro pecho se estremece de jubilo y de amor en su presencia mientras nuestra frente

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