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octane ee ene or Eipaeiiioattocmneote teat ~ os cements re pS ease nea nates eet Nt fh AA dO tent 192 Homilfa.—De grande provecho para nuestra alma_ seré el consi- Tres verdades derar sencillamente y reflexionar durante unos instantes sobre las manifestadas y 7 una oculta. verdades que nuestro amante Salvador en este evangelio nos descu- bre y sobre la verdad que deja entre tiniebias. Verdad primera: ha de haber un juicio universal. Nos lo asegura el evangelio que no se puede equivocar, y nos lo ensefia la Iglesia —— + que es maestra infalible. L/egaré un tiempo, dice S. Juan, en gue jos un juicio uni- muertos oirdn la voz del Hijo de Dios y a su mandato resucitaran versal. —_ jos que hicieron el bien para ser premiados, los gue obraron el mal para ser juzgados y recibir un castigo justo (1). Es todavia més cla- ro San Pablo: Todos hemos de comparecer ante el tribunal de Jesu- cristo, para gue cada uno reciba lo que a sus obras es debido, lo bueno o malo que en vida hicieron (2). Verdad es, pues, esta sobre la que no es posible dudar y verdad digna de ser meditada con grande detenimiento, que en ello nos va la salvacién o condenaci6n; y la una y la otra es eterna... en tes eee i Verdad segunda: justificacién de la divina Providencia, glorifica- cién de los justos, confusién de los impfos, y gloria de Jesucristo. Sepeste: ee Hay hombres sobre manera incrédulos que se resisten a creer en la Providencia. existencia de este juicio. Nada tiene de extrafio; es el coraz6n, son las pasiones que se imponen, o por lo menos pretenden imponerse a la inteligencia; no se desea, mas aun se le teme y se tiembla con sélo Los incrédulos pensar en él, y es un recurso muy cémodo el negar su existencia. No fe vertu poe. 8¢ ha hallado todavia un hombre que no tiemble ante el juicio de Dios, que le temen. sino que antes lo ame y lo desee, y que lo haya puesto en duda. Pen- sémoslo bien empero, es precisamente, porque los malvados lo temen y lo aborrecen, y aborreciéndolo, lo niegan y se rfen de los cristianos, por lo que dicho juicio se hace en cierto modo necesario; que al con- templar el mundo y ver cémo se hallan los buenos mezclados con los malvados y cudn desdichada es la suerte de aquellos, cudntas y cudn amargas son las cruces que sobre ellos pesan, cudn injustamente el mundo les juzga y condena; y por otra parte la arrogancia y soberbia de los malos, su hipocresfa y malicia, el desprecio de todo lo bueno y de todo lo santo, sus erfmenes en su mayor parte impunes, porque la porque en él justicia humana o no puede, o no quiere, ono se atreve a castigar sus se han de de atrevimientos, piden a grandes gritos que haya un juicio y juicio uni- menes. versal, donde cada uno ocupe el puesto que le corresponda y quede manifiesta y patente ante el cielo y ante la tierra la maldad de los unos y la bondad de los otros; un juicio universal en el que quede comple- tamente vindicada la Providencia divina y aparezca clarfsimo atin ante los ojos mds mfopes, el porqué Dios dispuso que los buenos ocupa- (ip V. 29. (2) Corinth. V. 10.

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