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Sa nner mn on Stee er teem ene er ene es oie Domingo veintidés después de Pentecostés Exégesis, S. Mateo XXII, 15-22. No debié ser muy grata la parabola del festin del que habla- mos hace tres domingos, a los orgullosos fariseos cuya obcecacién y endurecimiento tan a las claras habia puesto el Sefior y cuyo cas- tigo les habia profetizado, Determinan pues vengarse y su vengan- za sera terrible; no se contentan con menos que con la muerte. La empresa empero no es facil. Dos dias hacia que Jesucristo habia entrado triunfalmente en Jerusalén aclamado por las muchedum- bres, y en el coraz6n de estas atin quedaban los ecos de aquel triun- fo y de aquellas aclamaciones. En aquellos corazones atin latia el amor, el entusiasmo por el Hijo de David y era peligroso acudira la fuerza. Por eso arteros y cobardes, como eran, acuden a la as- tucia. Es necesario hacerlo odioso 0 al pueblo que le ama y admi- ra, o a los representantes del poder romano; y de los dos modos corria peligro su vida. Tunc abeuntes Pharisaei, consilium inierunt ut caperent eum in sermone. Et mittunt ei discipulos suos cum Herodianis, (partidarios acérrimos del imperio romano) dicentes: Magister scimus quia verax es, et viam Dei in veri- tate doces, et non est tibi cura de aliquo: non enim respicis personam hominum. Sola una luz divina era poderosa para des- cubrir la falacia y maldad de semejantes palabras. Dic ergo nobis, quid tibi videtur, licet censum dare Caesari, an non?.No podia sofiarse pregunta mds pérfida y capciosa. Si contesta que né, fren- te a si tiene a los poderosos herodianos con todo el poder y fuerza del imperio romano y sin esertipulo alguno; era lanzar el grito de guerra contra la usurpacién romana; si contesta que si, se enajena el corazén y se trueca en odio el afecto del pueblo que dos dius antes le habia aclamado. Sabido es que solo por la fuerza se arran- caba al pueblo los tributos, y los recaudadores de contribuciones eran los hombres mas odiados y despreciados. La respuesta del Salvador es breve, digna, severa cual conve- nia a pregunta tan falaz: Cognita autem Jesus nequitia eorum ait; Quid me tentatis, hypocritae: Ostendite mihi numisma cen- sus. At illi obtulerunt ei denarium. Et ait illis Jesus: cujus est imago haec et superscriptio? Dicunt: Caesaris. Tunc ait illis:
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