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175 preferimos tomarla nosotros mismos, jurando vengarnos cruelmente y ya que no nos atrevamos a formarie un proceso, le levantamos una negra calumnia para desacreditarle delante de sus superiores y ami- gos! |Cudntas veces con este nuestro modo gentilico de proceder da- mos origen a enemistades que duran toda la vida y pasan a la familia y se perpetiian de generacién en generacién y convertidas en ‘odio im- placable, terminan en horrorosas venganzas. iY todo esto entre virtuosos! Mads atin: jentre cristianos que se acercan al tribunal de ia penitencia y a la mesa eucarifstica; entre cris- tianos que recitan sin avergonzarse el Padre nuestro y piden y espe- ran de Dios misericordia! jAh! qué juicio tan riguroso debemos espe- rar por esta tamafia injusticia y crueldad con nuestros hermanos! Oigamos de nuevo el terrible castigo del siervo de la parabola, La monstruosa crueldad con que habfa tratado a su consiervo deudor de una pequefia suma, lieg6 a ofdos del Sefior de boca de los otros siervos que habfan asistido indignados al baérbaro tratamiento del infeliz consiervo suyo. Al oirlo, indignése sobre manera el Sefior y mando que compareciese el insolente y cruel siervo. <Siervo malo, le dice al verle en su presencia; ti me debfas un4 enorme suma y ape- nas me rogaste, te la condoné; gno debfas td, después de un beneficio tan insigne, tener piedad de tu compafiero, como yo la he tenido con- tigo». Serve nequam, omne debitum dimisi tibi, gquoniam rogasti me; nonne ergo oportuit ef te misereri conservi tui, sicut et ego misertus sum tui? Lidmale siervo malo, porque su coraz6n, habiendo sido perdona: do, habfa quedado cerrado para perdonar; |l4male siervo malo, por- que habiendo recibido una prueba tan grande de misericordia, no tuvo después coraz6n para conceder un perd6n insignificante a un compa- fiero suyo, el cual por lo demas no le pedfa la remisi6én total sino un poco de paciencia para esperar e) pago. Con razén pues el Sefior re- tira entonces el perdén, del cual no era digno aquel monstruo de ini- quidad y lo entrega alos verdugos hasta tanto que haya pagado toda su deuda. Nuestro Salvador terinina la parabola con estas palabras: Asif haré con vosotros mi Padre celestial, si no perdonareis sincera- mente a vuestro hermano. Sic Pafer meus coelestis faciet vobis, si non remiseritis unusquisque fratri suo de cordibus vestris. Si pues nosotros no perdonamos las ofensas recibidas de nues- tros hermanos, inutilmente pediremos a Dios la remisién de las que nosotros hemos hecho a él, ya que es ley inmutable: que nosotros seamos tratados del mismo modo con que tratamos a los demas y que Dios medira su misericordia con la misma medida con que noso- tros la midamos a nuestro préjimo. «Si enim dimiseritis hominibus peccata eorum; dimittet vobis Pater vester ccelestis declita vestra» Terrible. casti- go de Dios y sin embargo cudn justo. no enero 3 SS aE
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