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cual es la nuestra con el préjimo que nos ha ofendido? No otra que la del siervo malo de Ja parabola, el cual, apenas salido de la presen- cia de su sefior, encuentra a un consiervo suyo, que le era deudor de Ly una pequefia suma, y encarandose con él, le pide con altaneria el pa- | go de la deuda y con tono amenazador le dice: dame todo Jo gue me } debes, El desgraciado siervo, puesto en tan apurado trance, no halla otro medio de evadirse de las manos de su inhumano acreedor, que } postrarse a sus pies y suplicarie con estas palabras: Ten paciencia : y espera; gue yo te pagaré hasta el ultimo céntimo. Pero he aquf que la humilde siiplica del compafiero no ablanda su Fe coraz6n, antes lleno de ira y de crueldad lo denuncia al juez y lo in- { troduce en la cércel hasta tanto que haya satisfecho por entero la deu- if da. jQué diferencia entre la conducta observada por el sefior con su i siervo deudor y la observada por éste con su compafiero! Aquél, mo- delo de bondad, de caridad, de generosidad, de munificencia; éste, HG modelo de insensibilidad, de ferocidad, de mezquindad de todo punto ie incalificable. Fan esetecia He aqut fielmente retratadas nuestras relaciones con Dios y con ie ~ oe aie nuestros préjimos: habiendo ofendido a Dios no una sino cien veces i} es real peque- ¥ siendo nuestra deuda para con él inmensa, infinita, nos basta arro- i 3 ol s ok coum: jarnos a sus pies, pidiéndole perdén y al punto nos perdona sin dife- bio cuan enor- rir un punto su misericordia, sin dirigirnos un reproche. 4C6mo trata- me la que con Dios tenemos. MOS nosotros a nuestro hermano, a nuestro consiervo que nos ha ofendido? Y ante todo 4qué comparacién existe entre la ofensa inferi- da a nosotros por el prdéjimo y la que nosotros hemos hecho a Dios? Dado caso que realmente nos ha ofendido nuestro hermano, quizé en la fama, quizé en el honor que es lo més sagrado que tenemos, siem- ; pre seré verdad que la injuria no es infinita como lo es la que noso- 1% tros hacemos a Dios. Por otra parte nuestro hermano nos ha ofendido una o dos veces no més; nosotros por el contrario hemos cometido innumerables pecados contra Dios y todos ellos de horrible malicia; i hemos traspasado sus leyes, hemos violado sus preceptos, hemos i despreciado su gracia y abusado de sus beneficios y en fin hemos si- i do ocasi6n de ruina espiritual a tantas y tantas almas. ¢Delicta quis in- felligit? Ademds nuestro hermano que nos ha ofendido nos debe tan i solo unos pocos céntimos, mientras nosotros debemos a Dios millo- if nes; no obstante Dios nes ha perdonado; mas nosotros, después de i haber obtenido la remisi6n de una deuda tan enorme exigimos de nuestro prdéjimo la mezquina suma que nos debe; nuestra célera no ad mite excusas, no escucha la humilde stiplica del hermano y aunque se humille y aunque nos pida perdén postrado a nuestros pies, nuestro coraz6n permanece duro como la roca, como si todo esto no fuera satisfacci6n conveniente de la ofensa. Ni atin aqui se detiene nuestra maldad. jCudntas veces sin pedir satisfacci6n a nuestro hermano, | }) H it

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