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| : Por orgullo, Por avaricia. 166 manos llenas sus gracias sobre su alma, mas el coraz6n del hombre parece que no es fuerte si no es contra el amor de Dios. Siente el hombre sed de placeres, y menosprecia la fuente de to- dos ellos, menosprecia el banquete eucaristico, el pan bajado del cie- lo, porque le parecen insuficientes para apagar la sed de oro y las ri- quezas, el lujo y los placeres, es decir e/ orguilo, la ambicién y la sensualidad tiranos que hoy dfa esclavizan el corazén del hombre, y hacen que este desoiga la amorosa invitaci6n de Dios. 1.° El orgullo: Si aceptamos Ia invitacié6n de Dios, obedecemos su divina voluntad que nos ha creado y quiere hacernos salvos, nos ponemos bajo su dominio; el rehusar pues ese llamamiento amoroso de Dios equivale a una rebeldia, a una desobediencia, rebelién y des- obediencia que son frutos de nuestro orguilo. Contemplad a nuestros primeros padres en el parafso. Dios les dice: «De todo arbo/ del pa- raiso comerds; mas del arbol de la ciencia del bien y del mal no co- mas, porque en cualquier dia que comieres de él moriraés» (1). Y gqué hacen Adan y Eva? Como si no les fueran suficientes los 4rboles todos del paraiso para recrearse en sus frutos, escuchan la voz de la serpiente, <erifis sicuf dii» (2) desean sacudir el suave yugo del Sefior, se olvidan dela prohibicién de Dios, y comen de la fruta prohibida. Semejante es la conducta ordinaria de los hombres. Dios nos di- ce: «Ecce prandium meum paravi; venifte ad nuptias.» Y el hombre le responde: 4Acaso no puedo yo prepararme un festin tan espléndido como el vuestro? 4no soy suficientemente grande, suficientemente ri- co para encontrar en torno de mi placeres que satisfagan mis. capri- chos, mis gustos, mis deseos? Ademdés; vos me convidais con place- res espirituales, placeres que no pueden llenar mis ansias, y por lo mismo yo me voy al mundo en busca de lo que pueda satisfacer mis inclinaciones y pasiones. Y no creais que esto no es una realidad, porque cada vez que un cristiano rehusa el acercarse a la Sagrada Mesa, con su conducta nOs esté diciendo que no le agrada la Mesa del Sefior, que él no encuentra sus delicias comiendo el pan de los angeles, y por el contrario las encuentra en los placeres con los que el mundo le obsequia. ; |Desgraciado el cristiano que se deja dominar por ese orgullo tanto mas culpable cuanto menos excusable! 2.° La Avaricia: Al mismo tiempo que Dios con amoroso reque- rimiento llamaa las puertas del coraz6n del hombre invitandole al banquete Eucaristico, siente aquel en su interior ofra voz muy distinta (1) Gen., I, 16. (2) Gen. Il, 5.
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