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163 cir: tiene que hacerse fuerza a si mismo, tiene que violentar sus pasio- ; tejado sim- nes, huir de las ocasiones de pecar, tiene que luchar contra las difi- bolo de las pa- . siones, —_ cultades que el mundo, el demonio y la carne oponen a su encuentro dos, ocasiones. con Jestis; y todo esto, llevado, conducido, ayudado de la fe, la gra- cia y el sacerdote. Tiene que hacer algo mas. Jestis se encuentra ocul- to, bajo los velos de su humanidad sacratisima y en el Sacramento bajo las especies sacramentales, en el sacerdote bajo la forma de un hombre, quizé defectuoso, ignorante, e imprudente, pecador;y el alma ha de atravesar todas esas apariencias sin fijarse en ellas, sin dete- nerse, sin desalentarse, sin perder la fe y la esperanza. Vé S. Agustin en el lecho en que el paralftico yace, un simbolo de las pasiones, pecados, ocasiones, malos habitos, costumbres per- versas, ocasiones que ha de dejar, con las que ha de romper, a la voz de Jestis. Y observa, que no manda el Salvador, que abandone, o tire aun lado el lecho, o que lo olvide, sino que lo tome sobre sus hombros, es decir, que el alma no ha de olvidar los pecados, que los ha de te- ner presentes y conservarlos en lamemoria y recordarlos con fre- cuencia para llorarlos, arrepentirse de ¢llos, mantenerse siempre hu- milde y temerosa, agradecida a su bienhechor y su médico divino. Y dice en fin el Sefior: vade in domum tuam. Y \a casa del hom- bre no es la casa de este mundo. Tiene el hombre otra morada, la morada de nuestro eterno Padre, donde ya los bienaventurados mo- ran y que es verdaderamente nuestra; la casa dei cielo y donde noso- tros habitaremos un dia, porque es verdaderamente nuestra, porque Jess nos la ha comprado para nosotros con su sangre preciosisima y nos la ha entregado: vade in domum tuam; y con la gracia de Je- sts y por Jestis guiados y por su doctrina amaestrados tomaremos un dfa plena posesi6n de ella. Terminemos esta meditaci6én, reflexionando que el paralftico es nuestra pobre alma, y persuaddémonos, de una vez para siempre, de la necesidad perentoria, urgente y continua que nuestra alma siente de Jess, de su doctrina divina, de sus gracias, de sus sacramentos, so- bre todo la Confesién y la Eucaristia; del Sacerdote que hace sus ve- ces; persuadémonos de ello y busquémoslos con afan, con humildad, con confianza y con amor; y oiremos asi durante la vida y en la hora de la muerte, las consoladoras palabras del que es nuestro Salvador y ha de ser un dfa nuestro Juez: vade in domum tuam. El lecho sim- bolo del peca- do y de los malos habitos Nuestra casa es el cielo, Conclusién. Necesidad que el alma siente de Jestis.
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