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158 tota mente tua. Hoc est maximum et primum mandatum. Pero el Salvador conoce perfectamente la mentalidad de sus enemigos, las intenciones por las que se guian; y sabe que) si en su mayoria aceptan su respuesta y se precian de ser los grandes observadores de ese mandamiento de Moisés, detras de él puso otro el gran Le- gislador, mandamiento que lo tienen en completo olvido a juzgar por la safia y perversa intencién con que expian y persiguen al Sal- vador. Secundum autem simile est huic: Diliges proximum tuum sicut te ipsum; y da \a razon de esta supremacia: /n his duo- bus mandatis universa lex pendet et prophetae. Jesucristo a su vez quiere hacer una pregunta a aquellos sus enemigos que habian decretado su muerte, quiere hacerles una re- flexién gravisima, hacerles ver contra quién habian decretado la prisién y la muerte, cudn lejos se hallaban de observar los dos pre- ceptos mds importantes de la Ley de Moisés, en cuya observancia ellos cifraban todo su orgullo, y cudn graves y fatales serian las consecuencias del empefio en que se habian metido. Congregatis autem pharisaeis, interrogavit eos Jesus, di- cens: quid vobis videtur de Christo? cujus filius est?—Dicunt ei: David.—La respuesta no podia ser otra, puesto que era el titu- lo oficial del futuro Mesias y Jesucristo la esperaba. Pretende em- pero el Sefior hacerles confesar que ese hijo de David era hijo de Dios y Dios mismo: Ait illis: "Quomodo ergo ‘David in Spiritu vocat eum Dominum, dicens: Dixit Dominus Domino meo: Se- de a dextris meis, donec ponam inimicos tuos scabellum pedum tuorum? Si ergo David vocat eum Dominum, quomodo filius ejus est?—Y termina el Evangelista: E¢ nemo poterat ei respon- dere verbum: neque ausus fuit quisquam ex illa hora eum am- plius interrogare:—Palabras que nos dicen bien a las claras la confusién de los fariseos, lo cortados que quedaron al ver revela- dos sus mas intimos pensamientos, sus fines perversos y lo insen- sato de su conducta, al querer quitar la vida a aquel a quien la mu- chedumbre habia aclamado como el hijo de David, al Rey de Israel, al Hijo de Dios; y cuyas obras eran testimonio fehaciente de la ver- dad de aquellos titulos. * * * Homilfa.—Abramos el sagrado Evangelio, leamoslo y releamos- El precepto del lo para comprender su divina doctrina y grabar bien en nuestros co- amor a os es el primero. razones sus ensefianzas sublimes.
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