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DE TERCIARIOS FRANCISCANOS 65 mio y todas las cosas!, porque en la posesién de Dios tendremos los honores, las riquezas, los placeres, la plenitud de la libertad, y todo...—Esta, esta es la libertad de la Iglesia Catdlica, de Jesucristo y de San Francisco. Esta, esta es la libertad que proclamamos todos los hijos de San Francisco; esta es la libertad de las almas cristianas y piadosas; y esta la libertad que yo a todos os deseo. Conclusién. Hemos visto que San Francisco de Asis estableci6 la més admirable fra- ternidad entre Dios y el hombre, entre el Criador y las criaturas, entre el feudal y el vasallo, entre los ricos y los pobres, entre los patronos y los obreros, entre la justicia y la caridad, entre los superiores y los sibditos, entre todos los ele- mentos, concediendo a todas las castas y clases sociales la més omnimoda li- bertad. Ninguno tal vez llev6 a la practica con mayor perfeccién y tranquilidad la libertad, la igualdad y la fraternidad. Ni un dpice se aparté del lema, fraferni- tatem diligite; Deum timefe. Y gsabeis cémo obré éstas maravillas en el orden de la naturaleza, en el or- den social y en el orden sobrenatural? Con el ejemplo, con la practica. No se de- tuvo en argumentos especulativos, porque sabia que la teorfa sin la practica, no pasa de una utopia. Se despoj6é de todo lo terreno, se presentaba ante las clases sociales vestido de dspero habito y nudoso cordén penitente y con los pies des- calzos; no respiraba mas que amor de Dios y del préjimo; y con este ejemplo arrastraba las masas en pos de si y las llevaba a Jestis; nadie replicaba contra sus ensefianzas practicas, porque, contra factum non valet argumentum, con- tra los hechos no valen los argumentos. Este modo de predicar es el mas eficaz, y esta oratoria sagrada, que no tiene rival, ensefiaba S. Francisco a su hijos an- tes de mandarlos a anunciar la palabra divina. Pues nos dice su vida, que en cierto dia dijo a uno de sus hijos: hermano, vamos predicar.—Salieron del con- vento pobres, humildes, mortificados, modestos y con los ojos bajos. Recorrie- ron en esta forma las calles de Asfs, y volvieron al convento de la Porcitincula sin hablar una palabra.—Cuando llegan a la porterfa, pregunta a Francisco el otro religioso: Padre; gcudndo vamos a_ predicar?—Y el Santo le contest6: Ya hemos predicado: Hemos dado buen ejemplo por las calles, y esa es la mejor predicacién.» —Mejor leccién de elocuencia no ha dado ningiin profesor. Desde entonces data el dicho de que Fray Ejemplo es el mejor predicador. Hasta en esto fué singular San Francisco de Asis. Imitemos, pues, el ejemplo del Serafin de Umbria, y conseguiremos la paz social y la gran fraternidad en Cristo Jesis. Hay verdades que no nos cree la gente sin el ejemplo, sin que la practica vaya por delante. Y asf como sdélo un franciscano pudo escribir con libertad el libro De Planctu Ecclesiz, en la misma forma, hay verdades que solo un franciscano puede predicar con verdadero éxi- fo y eficacia. La pobreza evangélica, la humildad de obra, Ja penitencia y otras virtudes no surten el debido efecto, sin que se vea el ejemplo. Por esto, ni la prensa, que pasa por catélica, puede producir saludables efectos sociales, por- que se ve dominada por la burgues{a, por los partidos econdémicos, por el pro- letariado exagerado y otros calculos, que no inspiran plena confianza. Vaya- mos con la practica, vayamos con el ejemplo de S. Francisco, con este socidlo- go evangélico, y el pueblo es nuestro, el pueblo nos seguira, y le llevaremos a Jestis, verdadero y nico Redentor del hombre, de la familia y de la sociedad. Es- te, este es el camino de la pazy de todo bién. Sigamos, pues, por medio de San 5

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