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DE TERCIARIOS PRANCISCANOS 61 modo desaparecieron para ellos todas las cuestiones de la justicia conmutativa y del dominio de las cosas temporales; y les dijo que se considerasen como pe- regrinos y huéspedes en este mundo, a fin de que se conformen mejor con la pobreza, con la humildad y el Santo Evangelio de Nuestro Sefior Jesucristo. Y he aqui resueltas a radice, radicalmente todas las divergencias de los ricos y de los pobres. Y, como si esto no bastara, viendo que con suma frecuencia son dificiles de definir los limites de la justicia conmutativa, cubrié las dudas y las miserias de la justicia con la caridad, que es el compendio de todos los precep- tos del decdlogo, de todas las profecias y de la encarnacién del Verbo divino. La justicia conmutativa desaparece y no tiene valor alguno en. los grandes aprietos del hombre, segtin el axioma: in extrema necessitate omnia bona sunt communia; pero dignificado por la caridad y elevado al orden sobrenatural, no tiene limite alguno, no se acaba en este mundo ni en el otro, charifas numquam excidit, y se sobrepone a todas las otras virtudes; y de este modo obliga al rico a dar al pobre, no s6lo lo extrictamente justo, sino mucho mas, esto es, cuanto le sea necesario; obliga al patrono a dar al obrero, no sélo un jornal mal tasado por los hombres, sino mucho mayor, por que asi lo exigen la caridad cristiana y la necesidad del prdjimo; obliga al capitalista a dar al indigenle no sélo el pan de cada dia, sino mucho mas, porque las obras de caridad son mds sagradas y elevadas que las de justicia, y sus limites no se acaban ni en el cielo. Con este proceder, el Pobre de Cristo, Sun Francisco de Asis, mat6 la filantropfa, que es la herejfa, la ironfa, la hipocresfa de la caridad, dignificé la justicia hasta elevarla al cielo; despreci6 el dinero, la propiedaa y los bienes terrenos mas que el fango y el estiercol, estableci6 cierto comunismo divino y evangélico de los tiempos de Jesucristo, unid en una misma fe y caridad todos los corazones, y ensefié al rico y al pobre a atesorar las riquezas en la patria celestial, donde no entra la polilla de los vicios y placeres, ni el refinado lujo de las modas y de los palcos de los teatros y espectdculos poco morales, que tan severamente prohibe la Regla de la Orden Tercera. Para San Francisco de Asis el dominio, mas bien que jus disponendi, es jus tribuendi, \a obligaci6n de dar al indigente, al pobre, al menesteroso lo con- veniente; y el derecho a la propiedad, a los bienes terrenos y transitorios, nun- ca pasara mas alld de jus ufendi del derecho de usarlos hasta cierto punto, por mas que los juristas y los tedlogos lo denominen con ofros nombres. Y en este sentido, como la justicia conmutativa in a/ferum fendit, no puede realizarse en uno mismo, sino en ofro que no seamos nosotros mismos, nunca puede haber- la con todo rigor entre los hermanos y domésticos, porque no son en rigor a/- fer, sino una misma cosa; a/fer ego. Y asi como para con Dios no podemos te- ner obligacién de justicia conmutativa, sino las de piedad, obediencia y reve- rencia, que son deberes mds sagrados que los de justicia; en la misma forma, tendremos, en cierto sentido, con nuestros hermanos carnales y espirituales obligaciones mas sagradas y elevadas que las de justicia; y faltaremos més quebrantando los vinculos de la fraternidad y de la caridad, que privdndole de los bienes terrenos. Esta, esta es la teologia admirable de San Francisco de Asis: medir todo con Cristo, perder todo por Cristo y por nuestros hermanos, que son imagenes de Cristo, pues escrito esta, majorem charitaftem nemo ha- bet, ut animam suam ponat guis pro amicis suis. Con esta teologfa, apenas ofda desde Jesucristo hasta el Serafin de Asfs, y mejor comprendida en la practica que en la especulativa, vino la admirable ar- monfa y fraternidad entre la justicia y la paz, y se dieron el beso de eterna alian- za, justitia et pax osculate sunt. E\ dia que ante Jesis Crucificado, pobre y
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