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DE TERCIARIOS FRANCISCANOS 53 jores dias de su juventud. Los aplausos que se le tributaron fueron mereci- disimos. El Rmo. P. Andrés Ocerin-Jauregui Aun no habia terminado la prolongada ovacion tributada al sefior Obis- po de Pamplona, y aparecié en la tribuna el Rmo. P. Andrés Ocerin-Jaure- i. Al anunciar su nombre el Padre Secretario del Congreso, todas las_mi- radas dirigiéronse hacia el ferviente Hijo de San Francisco. Cierto que no todos lo conocfan personalmente; pero todos habian tenido ocasién de sabo- rear sus escritos, y de admirar su actividad y su espiritu propagandista. Du- rante los afios que fué Vicario General en Espaiia, la Orden Franciscana dié pasos de gigante en el campo de las ciencias y en las vias del espiritu, lo- grando ademas que las Provincias Espafiolas se colocaran en la vanguardia de la Prensa. El Rmo. P. Andrés fué el iniciador,.el organizador y el alma de aquel magno Congreso Terciario de Madrid celebrado en 1914, punto de partida del movimiento Terciario de estos 1iltimos afios. Es un apdstol: predica des- de el ptilpito, desde las paginas de todas las Revistas franciscanas de cual- quier Familia que sean, en los trenes, en los caminos, en los talleres; en to- das partes es un pregonero y un cantor del Evangelio y del espiritu francis- cano. Invitado al Congreso de Pamplona, vino sin vacilaciones, sin reparos, traido por su entusiasmo serdfico, dejando todo compromiso personal, olvi- dando todo lo que no fuera el Congreso Terciario. He aqui su discurso: Fraternitatem diligite; Deum timete. (S. Petr. |, cap. Il, 17) Saludo a todos los Congresistas Al ver tanta fe, piedad y entusiasmo seréfico entre tantos miles de Congre- sistas, no puedo menos de exclamar, Ileno de gozo y delirante alegrfa: jDicho- So pueblo! hermoso pueblo el navarro, que atin sabe sentir en su coraz6n las inefables alegrias y entusiasmos de la fe, de aquella bendita fe, que hizo felices a nuestros antepasados, y que obliga a levantar espontaneamente los ojos, las manos y toda el alma al cielo para adorar a Dios e invocar a su Santfsima e In- maculada Madre! Si; dichoso pueblo, valiente pueblo el vuestro, que atin, en medio de subversivas y deletéreas corrientes de un siglo indiferente y materia-
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