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DE TECIARIOS FRANCISCANOS 5. R.P. Jesus de Canfas, Capuchino. La devocion al Santisimo y Dulci- simo Nombre de Jesus es devo- i=: t+: cién franciscana :-: :-: El Nombre de Jestis fué inventado en su remoto origen divino por el Eterno Padre, traido del Cielo a la tierra, por el Arcdangel San Gabriel, e impuesto al Emanuel por José y Maria. En el Antiguo Tesfamento es ya repetidas veces anunciado por los profe- tas. En la edad apostol/ica no faltan algunos rasgos y prenuncios de tan saluti- fera devocién, rasgos que acrecen en la edad pafristica con San Agustin, San Jerénimo, etc., y mds que todo con el Dr. Melffluo, San Bernardo. A pesar de esto, preciso es confesar que hasta el siglo XI, por no decir hasta el XIII, no adopta verdaderas formas, ni reviste trazas de precisada devo- cién: la gloria de ir paulatinamente elabordndola, hasta darle formas palpables y graficas, estaba reservada en los divinos designios a la Orden Franciscana. En ella, creo, hay que buscar el origen préximo e inmediato de la loable devo- cién al Dulcfsimo Nombre de Jests. Y en efecto: a poco que fijemos la atencién se observa que en los primeros siglos del Cristianismo es el Nombre de Cristo, el monograma de Cristo, el que preferentemente se lleva tras si la veneracién y culto de los fieles, el que apare- ce en consecuencia lé6gica en los momentos todos de aquella época: en las ba- silicas, en los sarc6fagos, baptisterios, alhajas e indumentaria; al revés del Nombre de Jestis, que no reviste importancia. Y si bien es verdad que en época posterior se coloca el monograma de Jestis al lado o en composicién con el de Cristo, pero no lo es menos que hasta eso del siglo XI es relegado a segundo término y solo a partir de ese tiempo se estila por separado, tal como hoy lo co- nocemos. El propio San Bernardo, que mejor y mas que ningtin otro Doctor y Padre de la Iglesia merecié de tan Santo Nombre, en la meritoria y noble empresa de darlo a conocer y amar, no logr6é mas que inspirar y dar pié a sus sucesores sobre esta devocion. San Francisco y el Nombre de Jesus En la cuna misma de la Orden Serdfica alborea ya tan bendita devocién. El gran Patriarca y Fundador de las tres Ordenes Franciscanas, segtin que lo ates- tigua Tomas de Celano, testigo ocular de no pocos de los sucesos, que en su «Vida de San Francisco» narra, compuesta por orden del Papa Gregorio Xl..., cuando pronunciaba el Nombre de Jestis entre transportes de amor, sentia hen- chirse los senos de su alma de inefable dulcedumbre, y al repetirlo, se relamfa los labios, cual si paladease la mds dulce de las mieles 0 saborease el suave néctar, que tan divina palabra encierra. (1) Y en otro lugar de la citada historia el antiguo cronista franciscano nos de- i6 escrito del Serafico Padre: «Tan grabado tenfa'en su corazén el Nombre de (1) Celan. Vit. 1. parte. 1.--Cap. 30-pag. 136.

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