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DE TERCIARIOS FRANCISCANOS 99 simbolo de la vida real de Jestis, nos llevaria a cierto espiritualismo idealista, a un sentimentalismo, sensibleria y dulzura material, que nos apartarfa del amor que nos ftuvo el Coraz6n angustiado y amororisimo de Jestis en el Huerto de Getsemant y en el patfbulo de la Cruz. Hoy va tomando la gente cada vez mds horror a la Cruz, al sufrimiento; y huye del Corozén de Jestis en el Calvario y con todo lo que no sea carifio, suavidad y amabilidad mundana, cuando lo més grandioso y dulce es eStar en la Cruz con Jestis, puesto que Ia corona y la con- sumaci6n de foda su vida es su sacratfsima Pasién y el expirar de amor entre los mas inauditos tormentos en el Calvario. Al Calvario, al Calvario debemos subir con Jestis, si queremos entender debidamente el culto, el amor y la devo- ci6én a su Sacratisimo Corazén. El Corazon no es el centro de las afecciones humanas. Hoy esta fuera de duda, que el coraz6n no es el centro de las afecciones humanas, sino el cere- bro, pues si los fisidlogos, conforme a la antigua sentencia del venerable Es- coto, se han declarado undénimemente en este sentido, si bien hasta hace poco alguien queria inclinarse a favor del coraz6n. Como hoy se da preferencia al ce- rebro, de ahi que se debe tener cuidado en ciertas afirmaciones en el ptlpito. en los libros y otras manifestagiones de esta devocién, pues el Papa Pfo VI mand6é rectificar ciertas proposiciones de este género, declarando que ésta devocién consiste en hacernos venerar bajo el simb6élico objeto del Corazén el amor in- menso dcl divino Redentor. El Corazon de Jestis Franciscano es amorosamente paciente. Hoy se tien- de a convertir la devocién del Corazén de Jestis en dulzuras puramente sensibles. Se tiende a falsificar el Evangelio y considerar a Jestis sin Cruz, sin pobreza, sin humildad, sin sufrimiento, sin Calvario. No es este el Coraz6n de Jests fran- ciscano, que ve a Jestis en su santo y seraéfico Fundador pobre, humilde, sufri- do y derramando sangre por sus cinco llagas. Este, éste es Corazén de Jess que nos presentan San Antonio de Padua, San Buenaventura, San Bernardino de Sena, San Leonardo de Puerto Mauricio y toda la tradicién franciscana. El Coraz6n con espinas, con los clavos, con la lanza y con las heridas y llagas. La venerable M. Marfa Angela Astorch, tan devota del Sagrado Corazon de Je- stis, decfa: <Puedo decir en verdad que vivo enferma de amor de la penitencia por imitar a mi Esposo de Sangre a quien nunca le hallo con mas brevedad que por estos pasos dolorosos de su Pasion y Muerte.» Cuatro fueron los pasos con que la venerable M. Angela agradaba al Corazén de Jestis: La Oracién del huerto, la carcel, la flagelaci6én y la cruz.—Confirma Santa Margarita Maria Alacoque la devocién al Corazén paciente de Jesis con las siguientes palabras, que antes hemos citado: «Me hizo ver Nuestro Sefior a éste gran Santo (San Francisco de Asfs) revestido de una luz y resplandor incomprensible y encum- brado a un grado eminente de gloria sobre los demas Santos, a causa de su conformidad con la vida paciente de nuestro divino Salvador y del amor que tu- vo a su santisima Pasién... Merced a esto, fué uno de los mayores privados de su Sagrado Coraz6én.»> De donde resulta con toda claridad, que el Corazén de Jesus dela Orden Franciscana es sumamente amoroso y eminentemente sufrido, angustiado y mo- ribundo de pena y dolor. Dolor infinito, efecto del amor infinito: los dos inse- parables. Alguien ha querido quitarle la caracterfstica de paciente, haciéndolo pura- mente amoroso. Para esto quiso reducir su argumento a las finezas de su amor en la Eucaristia. Sin embargo, se debe tener presente que e! Sagrario viene del
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