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DE TERCIARIOS FRANCISCANOS 93 El erudito autor de esta Memoria, cita varios Santos Franciscanos que se distinguieron por sus fervores y prodigios eucaristicos. Empieza por San Buenaventura, el cual resolvia favorablemente toda duda sobre la frecuencia de la Comunién. Comenta cou nuestro Rmo. P. Ge- neral la devocién eucaristica del Seréfico Doctor. Refiere los prodigios de San Antonio de Padua. de San Pascual Bailén, Patrono de las Asociaciones Eucaristicas, de San Pedro Regalado. Hace mé- rito especial de los ardores serdéficos que sentia San Lorenzo de Brindis al celebrar la Santa Misa, durante la cual experimentaba éxtasis y don de la- grimas. Cuenta, citando a don Diego ‘de Quiroga, Juez eclesidstico de Lugo, contempordneo del célebre Capuchino P. José Carabantes, que al terminar este Misionero una de sus misiones en «quella Didcesis, distribuyéronse 150.000 comuniones, habiéndose gastad6 una fanega de trigo para las hos- tias, y habiendo sido preciso alistar centenares de Sacerdotes de toda la pro- vincia y de Portugal. Y una Misién que predicé en Tuy fué coronada con una brillante jornada eucaristica; pues se distribuyé la comunién desde las dos de la madrugada sin interrupcién hasta la puesta del sol. También cita al Beato Nicolés Factor, como apéstol de la Eucaristia. El Beato Diego de Cadiz solia orar durante cuatro horas continuas ante el Santisimo al llegar de sus viajes apostdlicos, aunque venia rendido de fati- gas, habiendo tenido alguna vez la dicha de oir la voz de Jesucristo que le hablé desde el Sagrario. Consigna el hecho de que gran parte delas Asociaciones y practicas eu- caristicas han sido fundadas por Hijos de San Francisco, como Las Cuaren- ta Horas, \a Cofradia del Santisimo Sacramento, \a Estaci6n Mayor, los Jueves Eucaristicos, etc. Dejando los santos y apéstoles de la Primera Orden, pasa a la segunda exhibiendo una hermosa galeria de saitas eucaristicas. Santa Clara la ven- cedora de los Sarracenos con la arma omnipotente de una custodia; Santa Coleta, la pregonera de la Comunién diaria; Santa Verénica de Julianis, que recibiéd la Comunién de manos de Jesucristo. Y pasando a los Santos de la Tercera Orden, cita a Santa Isabel de Hungria; Santa Jacinta de Mariscottis, que discernia las hostias consagradas de las que no lo estaban, con solo mirarlas; Santa Francisca de las Cinco Lla- gas, que recibiédla Comunién de manos de los Angeles; San Luis, Rey de Francia y Santa Ludovica, que gozaron de este mismo favor; la Venerable Teresa Enriquez, llamada por Felipe II la loca del Santisimo Sacramento; la sierva de Dios Maria Diaz, que comulgaba diariamente y se hizo construir una celda junto al Sagrario, donde moré por espacio de nueve afios; la Bea- ta Crescencia de Hoss, que merece ser llamada segunda Margarita Alaco- que y que enfermaba si le diferian la Comunién; el Beato Juan B. Vianney, Parroco de Ars, que transformé su Parroquia y restauré en ella la piedad, fomentando la comunién frecuente y estableciendo la adoracién perpetua al Santisimo Sacramento; el Papa Pio X, que principié a restaurar las cosas en Cristo con su Decreto sobre la Comunié1 frecuente y sobre la Primera Co- muni6n de los nifios. ‘
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