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== tribución, ni permitan que en su nombre lo hagan otras personas. 188. Y para que, predicando á otros, no se pierdan ellos, (1) dejen de vez en cuando el bullicio de los pue- blos y vuélvanse á la soledad, donde con el dulcísimo Salvador suban al monte de la santa oración y contem- plación, y en él estén hasta que llenos de Dios, el ímpetu del Espíritu Santo los mueva á derramar de nuevo sobre el mundo la gracia divina, procurando inflamarse como serafines en el divino amor, para que estando ellos bien encendidos y abrasados, enciendan y abrasen á los de- más; y así, unas veces en el ministerio de Marta, y otras entregados al silencio de María, (2) seguirán á Jesucristo en vida mixta, el cual, después de haber orado en lo alto del monte, bajaba al templo para predicar, (3) y antes ba- jó del cielo á la tierra por la salvación de las almas. Por esto, acabados los dias de su predicación, cuiden los pre- dicadores de regresar cuanto antes á su convento, si no se ven detenidos de grave y urgente necesidad, para que por la demasiada familiaridad y trato con los seglares no se malogre el fruto de la predicación, ni se menoscabe la reputación y autoridad de su ministerio, ni sufra detri- mento su espíritu religioso y sacerdotal, con desdoro de nuestro hábito. 189. Como aquel que no sabe leer é imitar á Cristo, libro de la vida, no tiene doctrina suficiente para predi- car, á fin de que estudien en ese libro divino, se intima á los predicadores que no vayan cargados de libros, porque en Cristo Jesús están todos los tesoros de la sabiduría divina. (4) Los libros necesarios, ténganse en común y no en particular, como fué siempre voluntad de N. Será- fico Padre; aunque por esto no se prohibe que los Supe- riores puedan conceder algunos pocos á quien los necesite para desempeñar bien su oficio; y mayor número á los que se ejercitan con el mérito de la obediencia y sin per- i (1) I Cor., 1X, 27. (2) Luc., X, 42. (3) loan., VII, 1-2. (4) Col., II, 3. g e: , Ml p Bl e a mp A