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ejercitar la mente en alguna consideración piadosa, en cuanto lo Sufra la humana fragilidad. Por esto se ordena que durante el trabajo se hable de Dios con voz humilde y baja, se lea algún libro piadoso que oirán todos atenta- mente con modestia y caridad, ó se guarde silencio. 90. Guárdense los religiosos de poner su fia ni su afecto en el trabajo, ni entregarse tanto á él que sufra detrimento el espíritu, al cual deben servir todas las co- sas; antes bien, con el corazón puesto en Dios, vayan á El por el camino más breve y sublime, para que el traba- jo impuesto al hombre por Dios, ejercitado y recomen- dado por los Santos para conservar la devoción del espíri- tu, no sea causa de distracción ó indevoción. S1. Ninguno se atreva á mezclarse en negocio de se- glares, (1) ni en cosas extrañas á la Orden ó menos con- formes con nuestro estado; ni fuera de ella se ejerciten en cosas pertenecientes á farmacia, ó medicina; y quien hiciere lo contrario, sea gravemente castigado por el Pa- dre Provincial. e2. Sabiendo, como dice S. Bernardo, (9) que no hay cosa más preciosa que el tiempo, aunque ninguna sea tenida hoy en menos; y que de todo el tiempo que Dios nos concede nos ha de pedir estrecha cuenta, examinando con rigor cómo lo empleamos; recomiéndase á todos los nuestros que nunca estén ociosos, ni gasten el tiempo en cosas de poco ó ningún provecho, y mucho menos en vanas é inútiles conversaciones, acordándose de la tre- menda sentencia de la Verdad infalible (3) que de toda palabra ociosa hemos de dar estrecha cuenta en el día del Juicio. Inviertan, pues, ese tiempo tan precioso en loables, honestos y provechosos ejercicios, corporales ó espiritua- les, á honra y gloria de la divina Magestad y edificación 6 buen ejemplo de nuestros prójimos, tanto religiosos como seglares. () Ex cap. VI et IX, Clerici vel Monachi; Bened. XIV, Exponi Nobis, 1751. (2) Declamat. sup. Ecce nos reliquimus omnia, (3) Matth. XIL, 36,

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