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— 51— 85. Y porque fuimos llamados á esta vida, para que mortificando al hombre exterior vivifiquemos el espíritu, acostúmbrense los religiosos á padecer penuria de las co- sas temporales, á ejemplo de Cristo que, siendo Señor de todo, quiso ser pobre y padecer por nosotros. (1) Guár- dense también del demonio meridiano (2) que muchas ve- ces se transforma en ángel de luz; lo cual acontece, cuan- do el mundo, por la devoción que tiene al hábito nos aca- ricia y regala, dándonos comodidades terrenas, que mu- chas veces causaron grave daño á la Religión: ni quieran ser como aquellos falsos pobres, de los cuales dice San Bernardo (3) que de tal suerte desean ser pobres, que no les falte cosa alguna; y piensen que la pobreza evangélica consiste principalmente en no tener apego á las cosas te- rrenas, (4) en usar con mucha moderación de las cosas de este mundo, casi por fuerza, compelidos de la necesi- dad y á gloria de Dios bendito, de quien todo lo reci- bimos. CAPITULO YV 86. Considerando que nuestro último fin es solo Dios, al cual debe caminar y aspirar cada uno de noso- tros, procurando transformarse en El; exhortamos á to- dos los religiosos á que dirijan sus pensamientos á este fin y encaminen á él sus intenciones y deseos con el ma- yor ímpetu posible de amor, para que con todo corazón, mente, alma, fortaleza y virtud, con actual, contínuo, in- tenso y puro afecto, vengamos á unirnos con nuestro Pa- dre celestial. ] 87. Y como sin medios no se puede llegar al fin, es- fuércese cada uno en dar de mano á las cosas inútiles y perniciosas que nos detienen ó separan del camino de la (1) IU Cor. VII, 9. (2) Psal, XC, 6. (3) Serm. IV De Adventu. (4) Clem. V. Exivi, $ Ex praemissis.

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