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Eu e Cu adi o POE RA E E AN — 20 — 2. Siendo la Regla de nuestro P. S. Francisco como brillante espejo, en el cual resplandece la perfección evan- gélica, se determina que todos los viernes se lea con la debida reverencia y devoción, junta con el Testamento del mismo Seráfico Padre, (1) para que impresa en nuestras almas mejor la podamos observar. En los demás días, después de la lectura del Evangelio, léase durante la co- mida cualquier libro devoto; y durante la cena, en lugar del Evangelio, se lea otro libro de la sagrada Escritura, para que no sólo se alimente el cuerpo, sino mucho más el espíritu, y así se anime á seguir á Cristo Crucificado. 8. Además, como fué voluntad no sólo de N. P. San Francisco, sino también de Cristo nuestro Redentor, que la Regla se guardase al pié de la letra y sin glosa, como la guardaron nuestros primeros seráficos padres; siendo por otra parte dicha Regla observable y clara, para que más pura y estrictamente se guarde en lo futuro, renun- ciamos ahora y para siempre todos los privilegios y glo- sas que la mitigan ó apartan de su pura observancia, y la separan de la piadosa, justa y santa mente de Cristo, el cual hablaba por boca de $S. Francisco N. P.; aceptando por único y vivo comentario de ella las declaraciones de los Sumos Pontífices, especialmente las de Nicolás III y Clemente V, de santa memoria, y la santísima vida, doc- trina y ejemplos del mismo Seráfico Padre. Mas entiénda- se que con esto no pretendemos rechazar las interpreta- ciones y declaraciones de aquellos autores beneméritos que á la sana doctrina unen el celo por la observancia regular. 4. Para que como verdaderos y legítimos hijos de Gris- to nuestro Padre y Señor, engendrados de nuevo por El en San Francisco, participemos copiosamente de su here- dad, se manda que, según la mente de la Santa Sede, to- dos observen el Testamento de nuestro beatísimo Padre, ordenado por él, cuando próximo á su dichosa muerte y (1) Semper legitur stando. Cap. Gen. 1599.

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