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MD en esa Regla y en nuestra Orden se nos enseña, huyendo de toda negligencia. Y guárdense los religiosos de que- brantar estas Constituciones con pretexto de que no obligan bajo pecado; antes bien, atendiendo á la excelen- cia de su espíritu, guárdenlas inviolablemente, para que se aumente en ellos la gracia (1) y merezcan por sus bue- nos servicios la divina clemencia, y se conformen con el Hijo de Dios, que no estando sujeto á la ley que El había dado, quiso, no obstante, guardarla por la salud de todos nosotros. (2) Mantengan, pues, el sublime estado de la Religión y sean causa de mucho bien á los prójimos, sabiendo que_los siervos fieles y buenos deben, no sólo cumplir lo que sus amos les mandan con amenazas, sino complacerlos en muchas otras cosas. 219. Acordémonos, PP. y HH. carísimos, frecuente- mente de aquel memorable tema, sobre el cual hizo Nues- tro S. Padre un solemne sermón á gran multitud de reli- giosos, diciendo: Grandes cosas hemos prometido á Dios: pero mayores son los que Dios nos ha prometido á nosotros! Guardemos, pues, con estas Constituciones cuanto hemos profesado, y con fervoroso anhelo aspiremos á la recompen- sa que se nos ha prometido. Los deleites y gustos de este mundo son breves: mas la pena infernal que por ellos se merece es eterna: los dolores que sufrimos por Cristo y la penitencia que por El hacemos dura poco; (3) mas la gloria que por eso nos dará el Señor es infinita. Muchos son los llamados al reino de la vida eterna; (4) pero pocos los escogidos, porque son pocos los que siguen á Cristo de corazón y de verdad; mas al fin Dios dará á cada uno la recompensa de sus-obras, así á los buenos como á los malos, con gloria ó confusión de pena eterna. (5) 220. Así, pues, levantemos los ojos á nuestro Re- dentor, para que, viendo lo que le agrada, procuremos complacerle, huyendo, no sólo el desprecio de estas Cons- (1) Prov..1, 8-9. (2) Matth., V, 17. (3) IL Cor.,IV, 17. (4) Matth,, XX, 16. (5) Matth., XVI, 27.

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