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$1 Equivocación... Fué atando los cabos sueltos de la mañana con los de la tarde, y sacó en consecuencia una verdad cierta, que efectivamente, aquella fea papista, pero cariñosísima, había cautivado el corazón del joven Coronel. : Era terrible aquello, y caso gravísimo de conciencia. ¡Ah! El no era quien para aconsejar á Orlando, y menos para tomarse la libertad de hacerle una observación á fin de que no se dejase enga- ñar llevando hasta ese extremo la gratitud. Sólo debía él concretar sus cuidados á la salud del enfermo; pero la conciencia le acusaba de responsabilidad tremenda, y ade- más, no quería incurrir en el justo desagrado de distinguidisima familia, callando como si fuese cómplice. Del matrimonio efectua- do ó próximo á efectuarse, no le cabía ya duda, pues las confe- rencias se repetían. En consecuencia, trató seriamente consigo mismo, si avisaria Ó nó á Berlín; y respecto del herido, conducirse como si nada sospe- chase, como si nada hubiera oído, como si nada supiese. Una circunstancia, jamás por él soñada, vino á determinar su indecisión de escribir á la distinguida familia. El domingo por la mañana, en su visita al hospital, desde el último peldaño subiendo la escala oyó el timbre finísimo de una campanilla; vió luego al monaguillo que la tocaba, y detrás varias luces, y por último el Capellán que ocultaba algo bajo un paño de hombros. Todos iban muy despacio por uva galería. Al entrar en la sala grande que tenía que recorrer, respiró agradablemente una atmósfera, cual ningún día, impregnada de delicadas esencias; el pavimento estaba sembrado de flores odori- feras y bierbas buenas. ¡¡¡Horror!!! aquella alfombra de rosas, de lirios y azucenas, seguía, seguía y se extendía hasta la salita de Orlando, llenándola por completo. Al presentarse en la puerta de la alcoba, le dijo Sor Leona, que el herido le había dado orden de rogarle se detuviese hasta ser llamado, mientras él daba gracias á Dios por merced tan grando, pues le había recibido por vez primera en su pecho. Pálido, mortal quedó el doctor Schorch en la antesala. Aquello era yu el colmo, Temía ser llamado luego porque le iba á denunciar su semblante cadavérico. Pero pasó más de una hora, en la cual

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