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Sn in O DI Mii 80 Equitocación... tened á bien señalarme un sacerdote. El que elija V. E. será de mi satisfacción. —¡Oh! yo mismo os escucharé, y será de mi mayor agrado ha- ceros ese servicio si en ello no tenéis el menor inconveniente. —Me honráis demasiado, Monseñor. Acepto con todas las de- mostraciones de gratitud. —Antes, empero, ya sabéis que debemos proceder á vuestra admisión en la Sta. Madre Iglesia, con el primero de los sacramen- tos, el Santo Bautismo, si es que no lo habéis ya recibido válida- mente. Veamos antes este punto. —Lo tengo ya recibido, Emmo. Sr. El Excmo. Prelado de Munich me lo administró hace un año. Ved, tengo aquí fe del acto. ¡Oh! Muy bien, muy bien. ¿De modo que habéis tenido comu- nicación é instrucciones de aquel ilustre Prelado de Baviera, el rinconcito católico de la protestante Alemania? —No, Monseñor; no he tenido la honra de recibir sus ins- trucciones. ¿Y os bautizó él mismo? —Precisamente. —No os comprendo. —Monseñor, la historia es larga; me fatigo mucho hablando. Por eso, si V. E. me lo aprueba, yo desearía confesarme antes para poder comulgar con los heridos católicos en el próximo do- mingo. Después, y en varios dias, yo explicaré á V, E. todo lo que necesita mi conciencia, para pediros consejo. Ahora estoy dispues- to á contestarle cuanto para su tranquilidad tenga á bien pregun- tarme antes de recibir los Sacramentos. —¡Oh!, nada. Nada tengo que preguntaros. Me habéis dicho que creéis todo cuanto contiene escrito ese hermoso libro, y basta para juzgaros bien dispuesto. Sería para mi también una satisfacción responderos á aque- llas preguntas sobre las cuales V. E. pueda tener mayor duda res- pecto á la integridad de mi fe. —Convengo en ello si es con el único efecto de vuestra satis- facción. -¿Creéis que hay un solo Dios verdadero, pero que en la Divini- dad hay tres personas distintas, Padre, Hijo y Espiritu Santo, lo ..

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