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e RRA iodo 18 Equivocación... —¡0h, sí, sí; Cardenal. —Pero ¿está ahora aquí, y vendrá si yo le llamo? Porque ya véis que yo aún no puedo ir. —Sí, él vendrá con mucho gusto. —Puede, pues, llamarle hermana, cuando quiera, y mejor cuanto antes, y yo aún le recibiré con más gusto. ¿Os inspiro ahora con- fianza? —Sí, pero no me preguntéis nada. Confesadlo á él todo; yo no necesito saber... —Pero yo ahora como antes necesito preguntaros y saber. —Preguntad á $. E. R. el Cardenal cuando venga. Orlando se detuvo un momento en silencio ante aquella lumino- sa idea que á él no se le había ocurrido, y luego dijo á Sor Leona. —¿Y vos estaréis conforme con lo que disponga 5. E. el Car- denal? —¡Oh! sí. Es nuestro Padre y Protector. —Muy bien. Tomad ese libro, hermana,—le daba uno que él leía con frecuencia y se guardaba debajo de la almohada—yo creo cuanto contiene escrito. Sor Leona lo tomó con sospecha, lo abrió, no entendió ni una palabra, se convenció de lo que ya se temía, y echándoselo á la cama le dijo:—no, no, es malo, es una Biblia protestante. —No, hermana, —le replicaba Orlando en buen francés—es bueno, muy bueno, y yo lo creo todo. ¿Conocéis este otro?—Con trabajo le saco uno de la maleta —Es del Vizconde Francisco, nuestro grande escritor. -Este sí, este sí. Chateaubriand. El genio del Cristianismo. —Pues bien hermana, este otro que os inspira desconfianza enviádselo 4 Monseñor el Cardenal cuando le aviséis que venga y decidle á mi favor que yo creo todo, y tal como está escrito. El libro en cuestión era «El Protestantismo comparado con el Jatolicismo» traducido al alemán. Obra del inmortal filósofo "español Presbítero D. Jaime Balmes, que á tantos protestantes de buena fe ha dado luz y ha hecho abrir los ojos ¡para reconocer su error, Cuando el Cardenal recibió aquel libro y cuatro letras de Sor Leona diciéndole que el ilustre herido creía cuanto allí estaba es-

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