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76 Equivocación... Un día llegó á la visita, y al entrar en la salita de su enfermo, vió 4 éste sentado en la cama sin levantarse, y le oyó decir: que la amaba con todo su corazón... Al mismo tiempo quería salir Sor Leona y decía, no, no, no, yo no, yo no. Juzgó que alguna conversación íntima habría mediado entre los dos, y en vez de dejarse ver, se retiró prudente sin anunciarse por entonces; hasta la tarde. Efectivamente, Orlando hablaba cariñosísimo á su enfermera, pero no hallaba palabras para tranquilizar á Sor Leona obligándo- la 4 que se detuviera. Escúcheme, hermana, —le decía Orlando —¿me oísteis decir á mi padre que mi corazón estaba libre? —;¡Oh! perdón. Sí, lo oí precisamente. Entraba entonces con el caldo porque era la hora que $. S. me lo había ordenado. Me enternecí ante el amor de padre é hijo y lloré, pero quise retirarme y no me dejó $. $. —Y yo me alegro mucho de que no se retiró. Oigame ahora también. Se lo suplico. Mi corazón está enteramente libre, pero yo la amo con todo mi corazón. Tengo motivos para ello, Escúcheme, hermana... ¿Por qué se vá? Sor Leona sorprendida y temblando daba pasos atrás. —No 08 vayáis, hermana mía, que podéis hacerme mucho bien. La quiero con toda mi alma. Con Dios en mi corazón. ¿Puede inspirarle esto confianza para detenerla aquí? ¡Oh, no, no! —Es que yo no sé explicarme, hermana, Más que sus cuidados le ruego la caridad de dispensarme y escucharme. Quiero hacerle algunas preguntas, y todas ellas de interés... -—Servidora llamaré á la Superiora que es quien deberá con- testar. —Pero las preguntas son á su persona, hermana; precisamente á V, y á nadie más que á V. Y cuanto más quería detenerla con amorosas palabras, ella más se alarmaba de verse sola, y quería huir para no volver. Semejaba una tímida paloma en presencia del rapaz milano que la persiguie- se acariciándola. -¡Oh! Yo no tengo inconveniente en que esté la Superiora para contestarle mejor que yo. ¿No quiere el caldo que le he traido?—

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