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Novela histórica 65 mirada que Jacinta recibió de aquel esqueleto vivo, fué iracunda, y la primera palabra una blasfemia horrible. Todo junto le hizo el efecto de un infierno y que ella se hallaba en medio. El sereno, para reprenderle su palabrota, inconsiderada ante la señora, lo hizo empezando con otra palabra de blasfemia más sacríilega, y Jacinta, que había temblado ante la primera, ante la segunda se revistió de valor é increpó al sereno reprobando su hablar, pues no tenía ninguna excusa, en tanto que aquel pobre enfermo sufría tanto que ya no sabía lo que se decia. Esta delicadeza fué un bálsamo precioso para aquel desgracia- do. La mirada torva cambióse en dulce y suplicante, y Jacinta animada, pudo contestarle respecto de su esposa, que allí estaba ella para cuidar de él y de sus criaturas. —No la esperes á tu esposa—le dijo en crudo el sereno. No comprendió primero el significado, y guardó un momento silencio; pero luego se rehizo y preguntó alarmado ¿ha muerto? Tuvo la callada por respuesta, y aunque no podía hacer esfuer- zo ni aún movimiento alguno, en el rechinar de dientes y en el continuo abrir y cerrar los ojos, se le notaba deseo de acabar él también. Con unos miserables suses que la mujer recogía cada día, ha- bia vivido muriendo; ahora que veia la muerte tan próxima y re- pentina, le era trabajoso cada minuto de espera, —Buen señor,—le dijo Jacinta, —Dios me envía á mi para el auxilio de todos los que quedan. Sin duda la mujer estaba ya pre- parada para gozar del premio debido á sus muchos sufrimientos, ¿Aceptáis que yo me encargue de toda vuestra casa? El enfermó cerró los ojos y como con signos negativos hundía la cabeza en la almohada. Jacinta creyó que aquello podía significar también gratitud y reconocimiento de su indignidad, y sin molestarle más echó mano de lo que traía el sereno en alimento y ropas. Los niños, al ver pan, alargaron las manos aun antes de que se les ofreciese, y el de cinco años decía, dá también á ésta, que quiere pan. Esta, era la niña muerta. Jacinta no estaba acostumbrada á tales espectáculos y sentía que le iban faltando las fuerzas. b

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