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Novela histórica 63 El cadáver quedó con la boca abierta como pidiéndole para si, para su marido é hijos lo que á ella le sobraba; y con los ojos abiertos tan fijos en ella que parecia le pedia cuenta de lo tarde que llega la caridad á socorrer la desgracia. Jacinta, aturdida, y llevando atravesadas en su alma aquellas palabras y aquella mirada, se volvió á la berlina impaciente por llegar á su casa. Quería desnudarse, quería volver á remediar lo que aún quedaba. ¿Y si no llego á tiempo?.... se dijo. No había andado todavía tres calles cuando ordenó á sus lacayos volver al mismo sitio. Ya un sereno había tropezado el cadáver, le había reconocido, y cuando llegaba Jacinta deteniéndose allí como si nada supiese, le dirigía estas palabras como si el cadáver debiese contestarle: pobre mártir ¿cuánto has sufrido? Juando lo sepa tú esposo morirá de pena, y también tus hijos. Cuatro años les has dado vida así muriendo tú cada día. —Sereno —llamó Jacinta por la ventanilla.—¿V. conoce al esposo? —Si, señora, y á sus hijos, que acaso están peor que ella si no han muerto, pues ella ya descansa. Yo los ví por primera vez ayer, y no tengo ánimo ni posibles para volver. ¿Puede V. darme dirección? —Señora no sé el nombre; la habitación es la buhardilla de esa casa inmediata. Jacinta hubiera deseado cambiar su vestido de etiqueta por otro miserable para subir en el acto. Dió dinero y encargó al sere- no comprar ropa y alimento cuanto antes para los infelices, sin miramientos á que las casas y tiendas estabau cerradas: y ella se volvió con el corazón transido de pena. El sereno para llenar su cometido tocó el pito pidiendo socorro. Jacinta no durmió, ni siquiera se acostó. Se desnudó sí, echan- do á tierra toda aquella inmensa fortuna que llevaba encima, y se vistió sencilla como para casa. Dos horas pasó en reflexiones comparando delante de Dios situación con situación. Habia dado orden á su lacayo, que antes de hacerse de día, á las cinco, le tuviese otro coche preparado. Poco después de las cinco subía la escalera, en casa de la di- funta, con dirección á la buhardilla. La puerta estaba abierta,

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