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EZ ¡ ) | ' | Adria ENS is a A a a > ie 58 Equivocación... piraba á igual fraternidad, desposorio y fraternidad, le pintó de mano maestra lo escabroso de la senda que pretendía recorrer, y lo grande é inmenso de las fuerzas que necesitaría para recorrerla, el aliento que un pecho femenil habría menester para lanzarse á ese mar de dolores, El enfermo—le decía el Prelado—es fétido. En sus delirios, y aún sin ellos, suele olvidar hasta las leyes de la cortesia y la de- cencia, si es que las ha conocido; en sus males renegará hasta de vos misma como si fuéseis su causa; blasfemará de lo más santo, hasta del Crucificado que abrazáis para único esposo de vuestro corazón. Vuestra earidad ha de ser tan pura, tan desinteresada, que sa- biendo todo esto y aún mucho más que de triste ofrece la negra y fría realidad, ha de seguir al enfermo hasta el pie mismo del se- pulero si muere, y hasta su completa convalecencia si sana. No han de repugnaros ni las llagas, ni la lepra, ni las mil as- querosas enfermedades á que la humanidad está sujeta. Cuando la muerte extienda sus negras alas sobre un campo de batalla, allí deben aparecer las blancas alas de vuestra caridad, interponiéndo- se entre enemigo y enemigo, curando á todos los heridos, aún á los que hayan caído por causa contraria á la de vuestra patria, ó la de vuestra fe. Cuando menos penséis, cuando mejor aclimatada os encontréis en un punto, un papelito de obediencia entregado por una Superio- ra, acaso en otros conceptos inferior á vos, os enviará á nuestras posesiones de Africa. Ni el clima ardiente, ni el clima frío, debe entrar en vuestra consideración, ni detener vuestro paso las olas del mar, ni impedir vuestra obligación sagrada lazos de familia ó influencias de amistad del sentimiento. Vuestro hogar propio, desde hoy, va á ser el desmantelado tugurio donde habita el pobre enfermo, la choza, el hospital, vues- tra familia, todos los que sufren, todos los que lloran, todos los que padecen. Muchas veces encontraréis la ingratitud; el mismo corazón que habéis socorrido os calumniará, la misma sangre que habéis resta- ñado se sublevará contra vos, olvidará vuestros sacrificios, vues- tros desvelos y vuestras angustias. Trataréis de quitarles de las manos un entretenimiento venenoso derramado en una impía lec-
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