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Novela histórica 49 —¿Y qué le decimos, Martina? ¿qué excusa le damos de nues- tra actitud? Dejadlo por mi cuenta y vamos todos. No se extrañó poco Orlando cuando Schorch le dijo que los co- ches de la Capitania llegaban á la puerta del hospital. Que salían de ellos su papá, David, Martina, Raquel y el Dr. Behring. —¿Pues qué ocurre?—preguntó Orlando.—Casi todos han esta- do hoy y nada me han dicho de volver. Debe ser grave. —Lo parece así, porque su papá ha llamado hace una hora al Dr. Behring. Ya están aquí. ¿Orlando?... Adiós Orlando. —Fué el primer saludo de despe- dida que Martina le dirigió. —Adiós, hasta que pronto volvamos de Berlín por tí. —Pero ¿qué es eso, mamá? ¿qué ocurre? —Behring, ha tenido una llamada urgente á palacio, donde sa- be ya con satisfacción toda la familia real que estás fuera de cui- dado. Y como efectivamente has entrado ya en franca convalecen- cia, quiere tu papá que le acompañemos y demos personalmente las gracias á S. M. el Rey Guillermo y á Bismarck, por su interés en mandarnos su primer Doctor. Quedan tu papá y el Dr. Schorch para cuidarte. Sabremos noticias de tí todos los días. Y tan pronto como nos comuniquen que puedes ya ser trasladado sin grande in- comodidad, nos tienes aquí. Raquel no le apartaba los ojos, esperando que en los de Orlan- do apareciese una mirada de pena, porque se iba. Ella se iría conforme y aun gozosa á trueque de esa mirada, El le dijo primero, adiós, con los ojos, sin pronunciar palabra. Ella, tampoco la pronunció, pero se acercó y le habló al oído dos veces, contestando él: sí, sí, las-dos. Martina gratificó espléndidamente á Sor Francisca, rogándola con encarecimiento continuase cuidando de Orlando, pues ella confiaba en sus bellísimas cualidades y espiritu tolerante para que no sufriera violencia ninguna la conciencia de su hijo. Y marcha- ban, dejando como la primera vez, cinco francos á cada herido. La Superiora le daba las gracias por cada uno. Raquel, sin que su mamá la oyese ni pudiese apercibirse, pre- guntó á la Superiora cómo se llamaba aquella enfermera que in- clinaba la cabeza y se reía cuando su mamá daba limosna. do su

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