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A ES ... es Apéndice xvi San Agustín afirma que las supercherías de los magos tenían su origen en el pestifero comercio del hombre eon el demonio. Las sagradas Escrituras, los Concilios, los Santos Padres, la historia profana, los oráculus paganos, las tradiciones de todos los pueblos ¿no refieren casos ciertos y bien marcados de comercio tan execrable? ¿Quién era aquella pitonisa de Endor, de que nos da cuenta el libro primero de los Reyes, y en nombre de quién obraba? ¿Y aquel Simón mago que por mucho tiempo había entretenido á ciudades enteras, y sobre todo á Samaria con sus prestigios? ¿Y aquella joven que ejercía el arte divinatoria en Filipos en prove- ' cho de sus amos? (1 Sulpicio Severo afirma haber visto á un poseído del demonio levantarse en el aire con los brazos abiertos al aproximarse las reliquias de San Martín. Fernel, médico de Enrique VII, y Ambro- sio Parco, ambos protestantes, hacen mención los dos de haber vis- to á un poseído que hablaba latín y griego sin haber estudiado di- chas lenguas. Santo Tomás, al tratar de la prohibición que hizo Dios de la idolatría, da por sentado tan reprobado comercio, y dice: «estas supersticiones proceden de pacto con los demonios, tácito 6 ex- preso. (2)» No puede ponerse en duda que fué un hecho real la antigua AI EA magia; que el demonio se puso entonces, como se pone hoy, al servicio de quien le busca, cuando Dios se lo permite en castigo de la incredulidad, de la soberbia y de la vida malvada del hombre; ' y que tiene potencia bastante para hacer entre nosotros, como en- tre los antiguos hacía, po verdaderos milagrós, pero sí embauca- Pi cian mientos que parezcan tales. Tertuliano, San Agustín, Santo To- más, Perrone, todos están conformes. o Esto sentado, procede examinar sí entre los hechos de la magia | antigua ó moderna, y los del espiritismo, hay semejanza. ¿La hay? Es tan evidente entre ambos que se confunden cual hermanos ge- melos; y no es de extrañar, pues son los dos hijos de un padre, el demonio. ¿Qué hacia la antigua magia que no haga la moderna? En lo que concierne á las evocaciones de los muertos, baste de- cir, que no hay un libro de magia donde no se trate de la nigro- (1) Hechos apostólicos. Caps. 8 y 16. (2) 2,* 20.:9, 122. art. 2 ad. 3.

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