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A Y EN ES e x11 Apéndice En vista de tantos y tan sólidos argumentos, no podemos menos de confesar sin la menor sombra de duda, que los espíritus que se evocan en la magia moderna, como en la antigua, no son espiritus buenos, sino espíritus infernales, enemigos de nuestra salvación por el odio formal que tienen á Dios, á quien ofendieron por su sober- bia, recibiendo en consecuencia de ello el castigo de su condenación eterna. Además, los mismos que han practicado por largo tiempo todas estas supersticiones, como M. Tony, Dumand, M. Thouverey, M. Dupotet y otros, confiesan claramente que el autor de ellas es el demonio. Véase sobre esto un importante artículo del P. Bonniot publicado en «La Controverse» el 21 de marzo de 1882. En él se citan unas palabras, dichas por el mismo demonio á M. Thouverey después que este médico se había entregado en cuerpo y alma á los secretos de la magia. Esas palabras dicen claramente que el fin último de todos los prodigios de la magia no es otro que acabar con la Iglesia de Jesucristo, fundando á este efecto una religión nueva de los espí- ritus. (1) Si todo esto no bastase, amado lector, para persuadirte, obser- va los efectos de esas supersticiones horrendas, según la célebre advertencia de Jesucristo, por los frutos conoceréis el árbol. ¿Cuá- les son esos frutos? Los periódicos nos refieren los hechos cotidia- nos, y los graves autores que han examinado la cuestión, hablan de las muchas enfermedades aún corporales, contraídas después de aquellos ensayos inicuos, de la pérdida total del juicio, de la habitual excitación nerviosa llegada á un exceso casi epiléptico, de rarísimas perturbaciones en el orden interior de las familias, y hasta de muchos casos de muerte repentina, en el mismo acto ó poco después de la sesión. ¿Quién puede contar, exclama el P. José Mendivi en su obra magistral «La Religión Católica» página 360, quién puede contar el espantoso número de suicidios que ha producido en solo este úl- timo siglo la perversa secta del espiritismo? ¿Y quién es capaz de calcular la corrupción y desenfreno que cada día ya cundiendo en las masas, con la diabólica idea de que (1) Véase P. J. Mendive. «Elementos de Cosmología.»-Pág. 38.

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