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o > _7? CAPÍTULO Ill Se pregunta si las almas de los difuntos, y si los espíritus buenos ¿ malos, pueden ser los que intervienen en los prestigios de la magia moderna A infalible esposa de Jesucristo nos enseña que en el otro mundo existen espíritus buenos y malos. Hay án- | geles buenos que habiéndose conservado fieles á Dios, gozar ahora de su vista sin verlo; purísimos espíritus, llenos de toda santidad, de cuyo ministerio se sirve Dios en favor de los que reciben la herencia de la salvación. Están allí los espíritus répro- bos, que no habiendo conservado, como dicen las Escrituras, su principado, desposeídos de la gracia divina y condenados á las penas eternas, intentan con toda clase de penas perder á los hom- bres. Están también los espíritus separados de los cuerpos, ó sea las almas de los que nos han precedido, de las cuales, unas reinan con Cristo en el cielo ó se purifican aún en el purgatorio, siendo justas y santas, y otras están maldecidas con sentencia final. por haber muerto voluntariamente en desgracia de Dios, y son ator- mentadas en los abismos. Todo esto es claro é innegable para los católicos. Ahora bien. He aquí la gran cuestión que representa: ¿Son buenos ó malos los espíritus que se dan á conocer en €s- tas reuniones de la magia moderna? No es difícil responder. 1.” Los espíritus buenos no pueden cooperar á las bagatelas y entretenimientos vanos, en que suelen ocuparse los aficionados á esos peligrosos pasatiempos. En efecto, «la gloria de Dios y la utilidad de los hombres, dice el gran teólo- go Perrone, no se han de buscar en tales prestigios que casi siempre
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