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aaa Apéndice v previno para otra sesión; entretanto mandó construir una máquina con resortes tan artificiosamente dispuestos, que en el momento deseado se cerrase de repente la puerta del aposentillo que separa al medium del espectador con el auxilio de la cortina. Empieza la sesión; entre otras sombras muéstrase á vista del público una figu- ra blanca limpiamente dibujada. El Archiduque, al verla, querien- do coger por la melena la ocasión, oprime con fuerza el resorte, ciérrase de golpe la puerta, y entre puerta y cortina queda preso el fantasmón. Por más que forcejeó no pudo escapar de las manos del Archiduque, el cual, deteniendo al espectro, le presentó á la concurrencia, diciendo: He aquí el espíritu. Y el espiritu era Bas- tián en persona, merecedor de la horca por la infame truhanería, A su Alteza imperial le bastó esta tramoya para tomar la pluma y escribir un opúsculo en donde pretende dar jaque mate al espiritis- mo, probando que todo él era una solemnísima farsa. De haber sido él víctima de un engaño, quiso concluir la burlería de todos los demás casos. En la conclusión, ciertamente, erró el Serenísimo autor, porque entre ser falsas las apariciones de figuras humanas y no haber ningún hecho verdadero de espíritus, van muchas leguas de camino, como se lo demostró inmediatamente la Civiltá Cattólica confutando con victoria el folleto en cuestión. A O PEN

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