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Novela histórica 535 No sabemos hasta qué punto quedaba justificada la tardanza del Pastor. Cierto que él también tenía atacada del mismo mal la menor de sus hijas, joven agraciadísima de 37 años, y como la esposa velaba de noche, él cuidaba á la enferma en aquel entonces. Pero nosotros preguntamos ¿á qué quería ir después de muerta? El sacerdote católico va cuanto antes, y se apena si ha llegado tarde por causa de quien avisa, porque ya no puede administrar ningún santo sacramento. El Pastor protestante admite el cielo ó el infierno á luego de la muerte, más no el purgatorio. Pues si el finado está en el cielo ¿4 qué ir? y si está en el infierno ¿á qué tampoco? Y no obstante van á rezar con Su ritual bajo el brazo por otra de tantas contradicciones é inconsecuencias del protestan- tismo. Cuando Weigand creyó habría ya fallecido, fué al Palacio Bamberg, y con marcadísimas muestras de pesar se encontró que Martina aún vivía, si bien sería cosa ya de poco rato. Se detuvo en la antecámara de la enferma, porque ¡era tan maligna aquella enfermedad! Lo mismo, lo mismisimo que el sacerdote católico que aún sabiendo á ciencia cierta contagiarse y morir, no puede rehusar, y entra á admivistrar los sacramentos. Desde allí, desde aquella respetuosa distancia, el Pastor oía las baladas lastimeras de su ovejita, y la animaba á confirmar su es- espiritu en la fe pura. La enferma, que hubiera creído hacerle una ofensa personal llamándole adentro exponiéndole á tanto peligro, le contestaba con las pocas fuerzas que le quedaban. Martina, que siempre había sido religiosísima y fervorosísima, allá á su manera, en su pura religión, al final dió muestras inequívocas de la since- ridad de su espíritu religioso. Así como encomendándose á sí mis- ma el alma á Dios, iba recitando contra el papismo y con fe'iz memoria de capítulos y versículos, todos los ayes y amenazas que Jesucristo dirigía 4 los escribas y fariseos. En un versículo le fla- queó la memoria, llegando á la maldición contra los papistas por- que hacen monumentos á los profetas y adornan altares para los justos, y preguntó sobresaltada á Weigand, si decía aquello Mateo en el versículo 29 ó en el 30 del capítulo 232. (1 El le contestó en el acto que en el 29.—¡Ah! Martina respiró tranquila. Pocas más palabras salieron de sus labios. Un momento Nosotros citamos la Biblia latina,

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