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Novela histórica 529 maría? ¿no peligraba que sin miramiento ninguno le volviese la espalda tan pronto se apercibiese de su presencia? ¡Oh! Des- confiaba de sus planes. Ahora sentia en el alma haberse retra- sado con la esperanza de conseguir algo. Ahora se dolía con todo su corazón no haber tenido avisada ya á Raquel para que ella los sorprendiese materialmente á los dos, ó los viese salir juntos ó al uno tras el otro; después se cuidaría ella de enconar la herida. Pero no, no le dejaría marchar ya que allí estaba. Despertó á un niño, y le hizo llamar á su madre sin moverse de la cama. Entró la mujer del inválido dejando solo á su marido con Orlando, y re- cibió orden de decir dos palabras cuando ya se retirase aquel ca- ritativo señor. Orlando tardó todavía seis minutos, seis siglos para Palmira que se ahogaba en aquella mísera buhardilla, y al levan- tarse se le acercó la obrera y le rogó entrase á donde estaban sus niños para escuchar una súplica. La mujer fué exacta en transmi- tir las palabras. Tomó la candileja que alumbraba la habitación del enfermo y precedió á Orlando. Este había oído la voz del niño llamando á su madre, y creyó sería alguna nueva aflicción. Al entrar estaba la cama. De pronto no se veía bien. Una mujer estaba de espalda á la puerta. Orlando adelantó hasta la cabecera donde estaban los tres niños, y enton- ces vió de frente 4 Palmira derecha á los pies de la cama. Llla le sonreía, y él apagó su sonrisa. Ni remotamente se le había ocurrido la emboscada; por eso su sorpresa fué tan grande que la notó la obrera. Pero se repuso luego recobrando toda la serenidad de su ánimo. Inmediatamente se echó mano al bolsillo para sacar aún algunos marcos, y dándolos á las criaturas se despedía. ¿Tenéis otra habitación?—preguntaba entretanto Palmira á la mujer. No tuvo tiempo de contestar. Orlando interrumpió con un gravísimo «no es necesario». —Tengo que deciros alguna cosa, caballero, y sin testigos. Orlando salía ya de la habitación y bajaba las escaleras. Poco después se retiraba Palmira más ciega todavía. Orlando dudó si debía prevenir á su mujer contra cualquier escrito indigno, pero el estado de Raquel era ya interesante, y no se atrevía áser él el primero que la hiciese sufrir con un pensamiento de sospechas. Aparte de esto, era tan duro entrar en explicaciones. Esperaría los acontecimientos. Tal vez Palmira no se atreviese á cumplir tan g4
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