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Novela histórica 527 cuerpo en la primera festividad. En el domingo inmediato al fune- ral, Orlando fué á la misa cantada. Cuando se disponía á salir del templo, un niño de unos diez años, con todas las apariencias de monaguillo, le detuvo en la pila del agua bendita, rogándole acep- tase aquella carta y se enterase de ella. El inocente, con toda na- turalidad, se volvía á la sacristía, diremos mejor, al altar primero donde le esperaba la propina por su servicio. Orlando le fué de- trás cuatro pasos llamándole, pues no era atendido, hasta que al- canzó al niño y le preguntó; ¿quién te ha dado esta carta? El inconsciente contestó ingenuamente que una señora que le esperaba en el altar. Orlando le dejó marchar y se retiró del tem- plo, tomó el coche y regresó al Klopstoch. ¿Sería petición vergon- zante? ¡Con qué gozo favorecería á una familia necesitada! Acaso familia en peligro de perder su fe católica Óó su honra, como el Rector Weimar le había dicho que existía alguna en su parroquia. También cruzó por su mente si sería un nuevo correo de sorpresa inventado por Palmira. El sobre era desconocido, pero en este ca- so, tan pronto viese la firma ó conociese la letra, rasgaría sin más la carta. Abrió, y se encontró letra conocida y firma de Palmira. Des- pués de un momento de coraje en que quiso hacerla mil pedazos, se detuvo, reflexionó, ¿qué podía ser venir dos veces á la iglesia católica? miró la fecha, no la tenía, acaso hacía días estaba escri- ta esperando ocasión. Raquel le llamaba para el almuerzo, pero diciendo ya voy, se retardó un momento y la leyó. ¡Qué horrible impresión le produjo! Allí había proposiciones y amenazas si no accedía. Temió que por mucho que disimulase, Raquel le notaría algo extraño en la mesa. Toda la tarde estuvo preocupado y .tris- te. No sabía á qué resolverse, si á contestar, si 4 comunicar aque- llo al Rvdo. Weimar, ó si callar. Optó por esto, y retirarse de aquella iglesia. No por eso conjuraba la tormenta, pero veía que podía contenerla algún tiempo. No fué mucho, porque los espías de la Duquesa eran muy diligentes, tanto como bien pagados. Un domingo, al salir de la reducida capilla de Sor Leona, creyó haber visto á Palmira, y apretó el paso con ánimo de no volver más á ella porque era mucho más comprometido para un encuen- tro aquel lugar que la espaciosa Parroquia. Otro eclipse, y la Waldersee en cada fracaso se desesperaba, pero no desistía. Fué 4 ' É $ E IS !

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