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A O Y) 2. Ra he] E E a E E h 157 E MM A A 526 Historia de una Cubana su antiguo amor; á introducirles la manzana de la discordia, y po- ner entre ellos el cuchillo de duplicado filo de los celos. Sin sorpresa se enteró Palmira de que al General Hereford se le hacían grandes funerales en la Parroquia católica. La sorpresa la había tenido ya en el entierro, y más aún en la boda de Orlan- do. Eso de los funerales ya se lo esperaba ella. Quiso ir, y se fué sola. Llegó bastante temprano, no sin haberlo pensado antes muy bien para sus fines. El elemento católico era numeroso. En la fa- milia de Orlando no había ni un solo individuo con la mancha del papismo, ni era creíble se presentasen de la familia Bamberg, pero que indudablemente llenaría el templo, y ella quería tomar asiento cerca, muy cerca y á la vista de Orlando, que no dejaría de ir á presidir el duelo. Fué en efecto, y bien acompañado de todos los caballeros católicos, militares y paisanos, á quienes el Rector Weimar lo había presentado. El corazón de Palmira latía con violencia. Los fieles entraban, y se colocaban las señoras á la derecha, y á la izquierda, los ca- balleros. Cerca del presbiterio había dos filas de elegantes buta- cas. Palmira ocupó una, la que mejor le pareció, y no se la dispu- tó nadie. Luego se apercibió de la entrada de algún numeroso grupo de fieles, y pensó que serían los representantes del duelo. Fueron ocupando las primeras butacas, y Orlando quedó sorpren- dido viendo muy cerca de la suya y conociendo muy bien á la Duquesa Waldersee. Luchó lo increíble durante el funeral para retirar el pensamiento que se le ocurría de la causa buena ó mala que habría traído allí 4 aquella infausta mujer. No le dirigió una mirada en toda la hora larga que duró el santo sacrificio de la mi- sa y responso. Palmira pudo persuadirse bien de ello, pues no ha- bía apartado de él la vista. Esta persuasión la tuvo en un infierno, y al retirarse á su Palacio, trazaba más negros planes. Nada ha- bía conseguido, pero había conseguido mucho. Ya sabía por de pronto dónde sería fácil encontrar á Orlando, y 4 ella no le era difícil espiarle personalmente ó por medio de personas pagadas al efecto, hasta hablarle cara á cara, dentro ó fuera del templo. In- trigado estuvo el joven Coronel por muchos días no queriendo pen- sar mal, y al propio tiempo no pudiendo echar de sí que siendo protestante, Palmira no habría ido para un sufragio en el cual no ereía, sino que babría ido únicamente por él. La sospecha tomó

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