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516 Historia de una Cubana el caso era encontrarla, lo demás, teniendo fe... todo perdonado. Habló á un famoso espiritista, excelente medium, según decían, y le manifestó su deseo de ver reaparecer al General Hereford falle- cido hacía algunos meses. Ningún inconveniente por parte del ins- trumento del diablo, y para el diablo tampoco. Es como para el comerciante y dependiente que se presenten muchos parroquianos pidiendo lo que más quieren vender. Omitimos describir todo lo referente á los preparativos para la sesión espiritista. Palmira que- ría hablar con el padre de Orlando, y después de una obscuridad tenebrosa, seguida de una claridad deslumbradora, el medium se adormeció, y poco á poco, entre sombras y penumbras disipadas por una nube luminosa, apareció perfectamente Hereford envuelto en sábana brillante. El sútil envoltorio fué también evaporándose, ya luego se des- tacaba el General con todas sus propias funciones, y vestido de uniforme. ¡Qué bien todo para impresionar más! La impertérrita Duquesa, á pesar de su varonil intrepidez, su- frió escalofríos; esforzábase por conservar su presencia de ánimo, pero temblaba como niño miedoso en la obscuridad. El General habló algunas palabras que ella no estaba en disposición de perci- bir con serenidad de espíritu, y la visión fué desapareciendo como desaparece el crepúsculo en la noche. Nerviosisima, tanto como abatido estaba el medium, pagó y se despidió. Algunos días le costó reponerse, y luego escribió 4 Orlan- do lo siguiente: «Mi adorado Orlando: He hablado con tu papá; diré mejor me ha hablado él, te lo juro. Tú no estuviste á su muerte, tendrás na- turalmente pena de no saber qué te hubiera dicho él en sus últimos momentos. Ven, ven á verme, ó dime donde puedo tener una con- ferencia á solas contigo, y si quieres, ahí va la dirección del me- dium prodigioso, Eckio, que es quien ha evocado perfectamente el espiritu de tu papá, y allí podemos vernos. Tuya siempre más allá de la muerte.—Palmira.» ¡Confusión más grande para Orlando! ¡Apetito más vehemente de saber qué había dicho su papá, y si era posible verle y oirle él también! La fama de ese medium, Eckio, era reconocida en todo Berlín. Pero él no quería ver de ningún modo á Palmira, pues tem- blaba de entrar en conversación con ella, ni siquiera por cartas.

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