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504 Historia de una Cubana —Me lo suponía sin que me lo dijeses. No quiero nada de casa. Ni siquiera lo que de derecho pudiera reclamarte por justicia, para dejarlo yo á mi hija. Sin millones le dejaré un gran dote en la edu- cación religiosa, que vale más que todo lo que tienes. Tú para mí, sólo has tenido una educación impía, y millones amontonados con sangre y lágrimas de familias en ruinas enlutadas. Demasiado sabía él que Elisa podía decir más y citar nombres, y cortándole la palabra le preguntó con la más dañada intención, y que por cierto era el puñal con que más podía herirle, —Y el capitán ¿qué te ha dejado á su muerte? ¿dónde está el suicida? Elisa sintió por segunda vez aquel dolor del corazón, agudo, terrible, que le cortaba el aliento y la dejaba como “muerta. Cuando quiso contestar, ya su padre había salido del cuarto y hasta del hospital, sin despedirse de ninguna Religiosa. La mayor de las desgracias tuvo Biren poco antes de llegar á su domicilio. Vió al emisario español caminando despacio por una acera. Se cercioró de que era él, y con audacia increíble, ciego de ira, aceleró el paso, y cuando lo tuvo á su alcance, sin más pala- bra y sin tiempo de que el otro volviese el rostro, le dió una tre- menda puñalada que hizo á Mangado perder el equilibrio y caer herido de muerte. Para cuando los vecinos se apercibieron por el ¡ay! del moribundo, el compañero de Saunier era cadáver. Biren tuvo serenidad suficiente para continuar su camino hasta su domi- cilio. Con tal destreza lo había hecho todo que no había sido nota- do de nadie, ni el agredido podía declarar. Pero la víctima llevaba consigo un documento que comprometió al cubano para toda la vi- da. Seis dias hacía que Biren andaba perdido por las calles de Ba- yona buscando á Saunier. Este y su compañero hacía tiempo que habían abandonado el hotel. Según la dirección que tenía, fué también á casa de Elisa cre- yendo encontrarla con el capitán. Los vecinos le dijeron dónde estaba la señora que había vivido allí. Dudó mucho antes de pre- sentarse al hospital, y al fin se resolvió. A su agente en Santander no le dió crédito cuando le comunicó la marcha de Saunier á Cuba. El estaba seguro del embrollo y de que encontraría poco á poco á todos en Bayona, y quiso indagar y ver por sí mismo. ¿Qué era pues de Saunier? Esta ave de rapiña, cuando vió por

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