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il A A | ho | ' a Ey] ol AÑ ql A AUN IN AN EN EN +] AN p 494 Historia de una Cubana A Saunier le constaba muy bien esto, pero sabía representar su papel. —Agradezco á V. D.” Brígida, la observación. Yo no quería atropellar cosas tan sagradas y propuse un mes, pero en vista de eso, cuanto antes mejor. Se retiraron hasta la hora de la cita, y á las cinco subian juntos á casa de Elisa. Elena les dijo que hacía media hora estaba dentro con Elisa el abate Perigueux. —¿Lo ve V. Mr. Saunier, lo ve V.? Mi buen párroco me lo había ofrecido por la mañana, venir él por la tarde á secundarme y ven- cer con su talento superior cualquier dificultad. Ya no la había, pero ella y yo quedaremos más tranquilas y contentas. Avise usted Elena al buen abate y á la señora que ya estamos. La criada regresó inmediatamente diciendo que la señora no podía recibirlos. D.* Brigida dió un paso adentro, tan preocupada estaba, diciendo á Saunier ¿lo ve V.? vamos. Pero Saunier estaba petrificado. Elena hubo de repetir que la señora no podía recibir- les, para que D.* Brígida se diese cuenta de la actitud de Saunier y de su propia precipitación. Ella y él se miraron. Ella inocente- mente pensó si sería cosa de esperar un breve rato hasta concluir alguna consulta ó confesión, y el santo Mr. Saunier enseñó sin que- rerlo una uña propia de Su Santidad, preguntando incontinenti á la criada si era la señora ó el Abate quien no los podía recibir. —El Abate ha dicho que entren—replicó Elena —pero la señora ha dicho que no le quiere recibir. —Entonces ¿quién ha dicho que no puede recibirnos? —Yo, para dejar bien á todos, por no decirle á V. que se fuese que la señora no le quiere recibir. —¿Pero no quiere recibirme el Abate? Ciertamente; ha dicho que entre V. Pero antes, á la vez y *' después ha dicho la señora que no. —Pues avise V. al Abate que quiero hablar con él. A las cuatro había llegado el Abate Perigueux á visitar la en- ferma según prometiera por la mañana á D.* Brígida. Al entrar en la habitación, Elisa la primera le dirigió la palabra diciéndole: —Por Dios... Señor Abate, por Dios... Sólo por Dios, y me muero de pena. Pero ofrezco este sacrificio al Señor en satisfacción de todos mis pecados. Lo hago.. sólo por Dios,
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