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A E A ARE 490 Historia de una Cubana —Pero ¿es que tengo yo obligación de casarme con él? —Yo creo que sí; porque él te quiere, porque es un santo, por- que ha pretendido tu mano casi por inspiración divina, porque des- pués de Dios á él debes la vida, porque... porque... en fin, Elisa, porque sin él... si él se retira... —:¡0Oh Dios mío, Dios mío! Yo no sé qué siento en el corazón que me oprime y me mata. —Di que sí, hija mía. —Pero si no puedo. —Siquiera por esa hija que... —Pero ¿no se cuida V. de mi hija desde que fué bautizada? —S8i; pero pobremente. Y V. puede hacerla rica. —No me mueve nada de eso. —¿Y V. Elisa? ¿V. que queda en la miseria y tendrá que ir como enferma al santo hospital donde está su hija como huérfana? Yo no podría tenerla en casa, y en cuanto á los gastos, yo contri- buiré con algo, pero no con todo. —Tampoco el tener que ir al hospital me decide á casarme. —¡0h! no lo permita Dios que así acabe esto. Un sí, Elisa, un sí que lo arregla todo. —Yo no puedo decir que sí. No le amo, por más gratitud que sienta hacia él. —Pero dígale que sí aunque no le ame, pues él, solo, solo, solo por pura caridad se casa con V. —¿Y yo unida á otro hombre? ¿yo un sí á otro hombre?... ¡Oh! no, no, imposible. Aunque sea un santo, aunque sea mi bienhechor, aunque le deba la vida, aunque retirándose, todo me falte. El hospital, la calle, el cementerio, una fosa de siete pies y me basta. No me caso con él. No me caso. —¿Y Dios, Elisa? ¿y Dios? —¡Oh! pero ¿tengo obligación ante Dios por lo que he recibido de ese hombre? —Ciertamente que sí; y puede además servirte en penitencia de todos tus pecados hacer ese sacrificio. Elisa cerró los ojos ante la importuna, hizo á Dios el sacrificio, de su vida que nada era ya y en nada apreciaba, sino de su co- razón, se convenció de que antes de llegar el caso ya el dolor habría acabado su existencia, y con una energía inesperada, como lám-

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