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Novela histórica 489 ber rogado á: Dios.me dé sus luces, después de haber. consultado con persona competentísima, y sobre todo, haciéndome cargo de que debo hablar con V. como si en su lugar estuviese una hija mía. Comprenda, pues, que sólo el interés suyo propio me mueveá reite- rarle lo que ya le dije y hoy tengo que repetirle «por última vez. Mírese V. bien, por Dios, no me conteste que no, [porque va á ser su perdición. —D.* Brígida, tengo recibidas de V. pruebas tan:grandes de su bondad, interés y caridad por mi bienestar temporal y-eterno, que no puedo dudar que es mi bien lo que V. busca. Si así no fuese, creería que intenta V. matarme. —¡Jesús! ¡Jesús, Elisa! ¿Cómo te ha podido ocurrir “eso? —No es que se me ocurre. Estoy bien segura desu buena volun- tad. Pero es que de hecho me:mata hablándome de eso. —¡0Oh! pero..; morir por morir... Elisa, yo no me atrevo 4:de- cirle todo lo que tengo que decir. —¡Ay! acuésteme luego, Elena. No puedo resistir. Tos tan ex- traña y tan maligna que la ponía en las puertas de la muerte. —No, no-le diré nada; no le: diré nada. Bien veía yo' que no sabría decir bien. —Pero ¿es que no desiste ese señor sabiendo?.. —Todo lo contrario, hija mía, todo lo contrario. Precisamente... —Pues que me vea y se desencante: —Le he expuesto tu estado moribundo, tus achaques y enfer- medades, en fin, todo lo que á cualquiera bastaría para renunciar. Pues nada, hija, que todo eso mueve y urge más su caridad, y que ya no es él sólo quien tal pretende, dice, «sino que: lo tiene como una inspiración de Dios, y queno será él quien tenga que dar cuenta de su cobardía ó flaqueza por falta de abnegación. —Pues bien, no es flaqueza suya, no se retira él, ninguna cuen- ta tiene que dar á Dios; yo soy la que tiene la responsabilidad, y me parece que en mi estado bien puedo decir que no. —Pero si no es eso sólo, Elisa; si hay mucho más. —Acabe, me muero. —$e retirará en absoluto, ¿lo entiendes? se retirará en absoluto como avisado de Dios. —Pues bien, que se retire. —Hija, por Dios, ¿qué dices? A a,

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