BCCPAM000521-3-32000000000000

Novela histórica 485 —Y en Francia, D. Roque, y en Francia. Si, señor; es la mujer más desgraciada. —Y esto, como V. comprenderá con el solo objeto de vencerme á mí mismo, y á ella sacarla de sus penas asegurándole un porve- nir. Si ella no puede disfrutarlo mucho tiempo, á su hora. podrá disfrutarlo su hija. -¡Jesús! ¡Jesús! Aseguro á V., D. Roque, que no sé cómo em- pezar á decírselo á Elisa. Y ya que ella ha. manifestado vivos de- seos de saber quién es su bienhechor, yo misma le agradecería á V. viniese conmigo á desempeñar por sí mismo. esa misión. Yo me temo que no me creerá, y noes para menos; y aunque me crea, ha de llorar, se ha de afligir, ha de reconocer su inmensa despropor- ción, y yo no sé cómo tendrá ánimo para decir que sí, ni compren- do cómo se ha de atrever á disgustar á V. diciendo que no. ¡Jesús! ¡Jesús! Caso como éste. Le digo á V. que es una comisión superior á. mis fuerzas. Venga V. también. —No; quiero que tenga toda la libertad; y la delicadeza exige no imponerle mi presencia con el recuerdo de mis beneficios para un acto en que libérrimamente debe obrar el corazón. —¡Jesús, Jesús! ¿Con qué cara dirá que sí, ó que nó? —Usted aproveche la mejor ocasión para decírselo. Comprendo que ella se humillará y abatirá hasta decir que no. Hágale V. muy presente que lo he considerado todo cuanto á ella se le. ponga por delante; pero que sepa que todo. eso, no sólo no me retrae, sino que precisamente eso es lo que me mueve. —¡Jesús, Jesús! ¡Sino se ha visto cosa igual!,En fin, yo lo haré, y temo de mí misma. Pero ante. esas razones ¿se atrevería ella 4 decir que no? —Señora, no todos comprenden el bien que se les entra por las puertas. Y personas hay que aún comprendiendo el bien no lo quieren, le cierran puertas y ventanas, y siguen el mal, Y efectivamente, 1).* Brígida tuvo ocasión de comprobar que Elisa era una de esas personas. ¡Qué obstinación en decir que no y que no! que ella no se casaría nunca no pudiéndose casar ya con Martírfez. —Pero, hija, piénsalo bien, mira tu estado. Ya ves que en oca- siones debe imponerse otra ley al corazón mirando por los nues- a ARE

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz