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482 Historia de una Cubana y la pureza del cielo, pero que conteste á vuestro arrepentimiento con una palabra de perdón, y vuestra alma quedará limpia y pura perdonada. El mismo sacerdote, al verla llorar, enternecido lloraba, ha- ciéndole á ella llorar más. D.* Brígida daba gracias á la Virgen Santísima, y no sabía ya decir otra cosa á los oídos de Elisa. Pero ésta era quien mejor expresaba los sentimientos de su corazón con lágrimas, y con palabras de gratitud á Dios, á la Virgen refugio de pecadores, y á las personas buenas. Ella babía ya pedido per- dón, y perdonado también á cuantos le habían hecho daño, y aho- ra daba gracias á Dios y reconocía que de todo se había servido el Señor para traerla al buen camino. Llamó á su hijita y la besó. No podía decirle que la perdonase ni debía darle explicación nin- guna, pero la estrechaba contra su corazón llorando y diciéndole palabras llenas de amor y de ternura. En siete años largos era aquel el primer acto de cariño maternal demostrado á su hija con intención de entregarse á su cuidado y de vivir para ella. Elisa hizo su primera Comunión el 8 de diciembre de 1854. El mismo día y á la misma hora en que el santísimo Padre Pío IX glorificaba á la gran Madre de Dios María Santísima, elevando la creencia piadosa de 19 siglos en la Inmaculada Concepción de María á dogma infalible de divina revelación. Urbi et Orbi. ¡Qué cosas tan edificantes llevaba D.* Brígida para contar al Sr. D. Roque Saunier. Ya le había dado detalles y pormenores de Martínez á fin de que lo buscase y encontrase para consuelo de Elisa, pero ¿qué satisfacción tan grande tendría aquel excelente señor cuando supiese el perfecto arrepentimento de aquella mu- jer, la Confesión y Comunión edificante y tierna, llorando ella, la criada, el cura y todos. Seguro que aquel santo hombre lloraría también de consuelo cuando ella se lo refiriese todo como había sido. Y si tanto hacía la caridad en su cristiana alma, pues aten: día con tantos gastos al alivio de este miserable cuerpo ¿qué sa- tisfacción tan grande, qué alegría tan santa no experimentaría al saber que Elisa se había convertido á Dios de todo corazón, per- donando muy de veras aun á los que le habían robado? Vamos, que estaba ella impaciente esperando los primeros días del mes, no tanto por saber de él algo que decir á Elisa sobre Martínez,

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